Pilar Cernuda ha estado en boca de la profesión periodística estos días tras su intervención en un curso dedicado a la Constitución de 1812 en Avilés («En España no hay trabajo para tantos periodistas”). Básicamente, recomendó a los jóvenes periodistas que aprendan idiomas y busquen trabajo fuera de España. Al tiempo, criticó el exceso de facultades existentes en el país (más de cincuenta) pues esto ocasiona, subrayó, que “todos los años salen de las facultades miles de periodistas que sólo podrían tener trabajo si nos fuésemos todos a casa, pero al junio siguiente saldrían otros miles y tendríamos otra vez el mismo problema”.

La veterana y todavía analógica colega (no la veo por las redes sociales) no ha disparado con precisión. Coincido en lo importante (esencial) que es aprender idiomas. Y cuantos más, mejor. Y hasta puedo entender que los jóvenes licenciados o graduados (que ya los hay) se saquen las castañas del fuego fuera de nuestras fronteras, pues es muy saludable y enriquecedor conocer otras culturas. Pero estos consejos (extrapolables en mayor o menor medida a cualquier ejercicio profesional) se han realizado bajo una perspectiva tradicional del Periodismo, cuando la realidad social (y esto es lo importante) nos lleva a una evolución.

Reitero una vez más que los periodistas debemos reinventarnos. No queda otra. Vivimos un cambio de paradigma. La información ya no es unidireccional y el modelo del periodista prescriptor está agotándose. La información fluye, ahora mismo, en múltiples direcciones. Se ha democratizado, socializado. Y es aquí donde hay que posicionarse.

La conciencia 2.0 (¡hay que creérsela!) y el dominio de las tecnologías de la información y comunicación, no son caprichos o moda pasajera de unos cuantos iluminados. Es la única salida para el ejercicio del Periodismo que, no nos olvidemos, se justifica porque vende información y ésta ya no se compra en la venta de la esquina, en el medio tradicional. Nuestros clientes (y sus hijos) navegan y viven en los móviles, en las tabletas, en la red…

Esto no significa que enterremos el papel. Se trata, simplemente, de agudizar el ingenio, innovar y generar canales complementarios (o no).

En cuanto al exceso de facultades, no se trata de cuestionar la cantidad (podría debatirse), sino la calidad y el modelo. La universidad no tiene que concebirse como una fábrica de demandantes de empleo, sino como generadora de emprendedores que aporten valor añadido al mercado (“Profesores motivadores del espíritu emprendedor”). Ahí está la clave.

Por cierto, recomiendo el siguiente post de @silviacobo: “Oleada emprendedora en el periodismo”.

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