En la Redacción de Diario de Avisos. Una noche del año 1991.

La lectura reciente de un artículo de Arturo Pérez Reverte (“Siéntate-aquí-chaval”) en la revista XL Semanal, en donde recordaba sus inicios periodísticos en el desaparecido diario Pueblo, avivó mis primeros devaneos en esta querida profesión.

Fue en el verano de 1990, en el Diario de Avisos de Santa Cruz de Tenerife. El director, Leopoldo Fernández, me puso bajo la tutela de César Toledo, joven redactor de Sucesos, quien me inició en la práctica de los primeros textos y titulares. Coincidí durante ese tiempo de canícula con otros novatos (Juan Manuel Bethencourt y José Amaro Carrillo) y un variopinto plantel de periodistas con Jorge Bethencourt y Manolo Iglesias al frente: Imeldo Bello, Antonio Castro, Paco Castro, José Luis Conde, Carlos Luis Chevilly, Norberto Chijeb, Juan Carlos Díaz Lorenzo, Rubén Díaz, Suso Fleitas, Alejandro Grau, Enrique Rey Pitti, Ricardo Peytaví, Eugenio Vera… Y a ellos intentábamos acercarnos para ganar confianzas y aprender las mañas de un oficio todavía imbuido por la bohemia de la prensa y de la noche.

Por aquel entonces los ordenadores no habían llegado al periódico, por lo que las máquinas de escribir todavía reinaban en la Redacción. Así, tras escribir las noticias en folios amarillentos, éstas pasaban al departamento de Fotocomposición y de ahí al de Montaje. En este último, el papel fotográfico con la información se recortaba y tras pasar por el rodillo de una enceradora se pegaba a una hoja del mismo formato de la página del periódico, siguiendo los criterios dibujados previamente por el maquetista. Al igual que la noticia, en Montaje se pegaban también las fotografías, anuncios, filetes… obteniéndose una réplica exacta de la página final. Era como un taller de recortables.

Los departamentos de Corrección y Fotomecánica también formaban parte de la cadena de producción, antes de que la rotativa, bajo la supervisión de Bolívar, imprimiese de madrugada los ejemplares listos para distribuirse.

Después del periodo inicial de prácticas, me incorporé al periódico como colaborador para coordinar la edición del suplemento Paraninfo Universitario. Fue, sin duda, una magnífica escuela que posibilitó formar equipo con Miguel Ángel Daswani, hoy jefe de Informativos en la TV Canaria; Luis Sánchez, en la actualidad jefe de Prensa del Cabildo de Fuerteventura; o el propio José Amaro Carrillo, que, tras desencantarse del ejercicio de la profesión, cambió tercios hacia el mundo de la enseñanza.

Durante esos años se estrecharon relaciones con los fotógrafos (Javier Ganivet, Lucio Llamas y Sergio Méndez), así como con recién licenciadas en Periodismo que feminizaban una Redacción dominada por los hombres: Elena Bastarrica, Carmina Lorenzo, Desiree Rieu

La transición a la informática no tardó en llegar y con ella, unas cuantas noches en vela junto a Antonio Arozena cerrando las páginas del Paraninfo. Esto posibilitó, por ejemplo, que la idea de publicar una fotografía redonda (una osadía en los tiempos analógicos del jefe de Maquetación, José Luis Santana) se hiciese realidad sin dificultad.

Ahora, mientras “los periódicos de papel mueren despacio” (escribe Pérez Reverte), el Periodismo se hace de otra forma. La tecnología está transformando su producción y los canales de comunicación, pero la sustancia no ha variado: el afán de servicio a la verdad. No hay que alarmarse, se trata, simplemente, de continuar adaptándose a los cambios sociales.

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