El periodista Pepe Naranjo

El periodista Pepe Naranjo. Fotografía: Alfredo Cáliz.

A África, dice Pepe Naranjo (Telde, 1971) no le ha llegado su otoño. La historia de sus patriarcas, tiranos y corruptos todavía tiene letras para ser escritas. La revolución tendrá que esperar. Y de las palabras de este freelance que un día cambió Las Palmas de Gran Canaria por Dakar, me fío. Nos fiamos. Será porque es un profesional que necesita estar cerca y es honesto, valiente, en ocasiones perroflauta, algo inconsciente y demás, que, con poco o muy poco en los bolsillos, ha ido a la guerra sanguinaria en transporte público, en guagua. “¿Es el enemigo?”, decía Gila. La realidad supera una vez más a la ficción.

Pero la guerra no es lo peor. Lo peor es respirar la muerte de un recién nacido en un centro de recuperación nutricional en Níger, en el Continente Negro más profundo, en el país, probablemente, más pobre de la Tierra. Y la compañía del fotógrafo Alfredo Cáliz, que consuela y acompaña hasta en los momentos más duros, no logra responder a las preguntas que surgen repentinas: “¿Nuestros reportajes valen para algo? ¿Sirven para cambiar el Mundo?”.

Occidente piensa en blanco y sus medios de comunicación, también. La opinión pública blanca y white pierde el tino y se tira a la calle ante un único caso de ébola que paraliza y monopoliza tertulias salvadoras y mediáticas, en el marco de un confortable establishment neoliberal. Pero a Naranjo no se la pegan. Él coge polvo en las zonas ceros, en las cunetas con cadáveres, en los cuchitriles de noches infames y cucarachas africanas, en las morgues de Sierra Leona y Guinea Conakri de miles de muertos a causa del virus. Y la Comunidad Internacional no está a la altura y llega mal y tarde. ¡Cojones!

Y como el Guadiana, los yihadistas y los extremistas fanáticos de Boko Haram aparecen y desaparecen de la actualidad occidental pese a que, estos últimos, desde el año 2002, han asesinado en Nigeria a más de treinta mil seres humanos, igual de homo sapiens que nosotros, que vivimos en otro planeta. Privilegiados. Y quejumbrosos. No como la mujer africana (cambio de tercio), que sustenta, aguanta, tira, da la talla, rompe barreras y se enfrenta a la mutilación genital, lacra en el mismo territorio sangrante.

Pepe recibirá este lunes 30 de mayo el Premio Canarias de Comunicación en el Auditorio Alfredo Kraus. Y como no le debe nada a nadie, hablará claro de los conflictos invisibles. Y el respetable aplaudirá y estará orgulloso del hijo patrio que, minutos antes, ha reclamado otra mirada para África.

Javier Bernabé pidió una vez pasión y locura para los periodistas. Pepe Naranjo añadió esta semana en la Pirámide de Guajara de la Universidad de La Laguna dos actitudes más: determinación y paciencia. Y las cuatro se vislumbran sin dificultad en el hombre normal que está frente a uno y viste vaqueros, camiseta y luce colgante con historia. Seguro que la tiene. Pasión para reivindicar, hablar alto, renunciar y ser feliz. Locura para jugarse la vida y enamorarse de un oficio que le roba el alma. Determinación para escapar y coger carretera y manta hacia la tragedia aunque se defina “corresponsal de paz”. Y paciencia porque hay que guardarla cuando se sufre en el seno de una verdad que no entiende y de la que forma parte.

 

Archivo