La Plataforma Estatal para la Defensa de la Escuela Pública llamó este 8 de marzo a los estudiantes y profesores de todos los niveles educativos a «vaciar las aulas». El objetivo: pedir, una vez más, la derogación de la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). Sorprende esta petición cuando en la hoja de ruta del actual y frágil gobierno popular está aprobar un Pacto de Estado Social y Político por la Educación. Es más, la Subcomisión creada en el Congreso para abordar este asunto se reunió hace unas semanas con el propósito de sentar las bases de la negociación e iniciar las sesiones y comparecencias de los agentes implicados: nueve sindicatos, tres patronales educativas, dos asociaciones de padres y cuatro de estudiantes. Urge, con altura de miras, solventar esta tarea pendiente y dejar de lado, de una puñetera vez, majaderías partidistas e ideológicas que, desde 1980, solo han enfangado la calidad formativa en nuestro país gracias a diez leyes generadas en la soberbia: LOECE, LRU, LODE, LOGSE, LOPEG, LOU, LOCFP, LOCE, LOE y la ya citada LOMCE.

Pese a las intenciones del poder legislativo, la jornada de huelga se secundó con mayor o menor seguimiento y con buena parte del cuerpo docente y la mayoría del alumnado sin tener pajolera idea de la cuestión. Los días sin clase son dulces que no amargan, aunque en Tenerife, por centrarnos en lo de aquí, vengamos de una semana de carnaval. Más fiesta. Menos trabajo. Y en la manifestación, las mismas banderas republicanas y los mismos puños en alto de siempre. Churras y merinas.

El jueves, plante. Y el viernes, la Universidad de La Laguna cerrada para conmemorar sus 225 años. Maldita coincidencia de fechas. Porque la efeméride bien merecía la holganza de ayer y la pompa del acto académico que se celebrará este lunes 12 de marzo en el Paraninfo, con la conferencia de Federico Mayor Zaragoza (El papel de la Universidad ante los retos globales), la entrega de la Medalla de Oro a la ciudad de San Cristóbal de La Laguna y las intervenciones del alcalde José Alberto Díaz, el rector Antonio Martinón y el presidente del Ejecutivo canario Fernando Clavijo. Confieso que el programa seduce por las palabras que dirigirá el que fuera director general de la UNESCO entre 1987 y 1999. Sin duda, los centros superiores de enseñanza tienen mucho que decir en esta convulsa sociedad de continuas descalificaciones, mamarrachadas, comunicados, acosos, atentados, puertas giratorias para políticos y periodistas (también), tres por cientos, flojeras, vandalismos, postureos… Y tienen mucho que decir, además, para darle voz a tantos intelectuales silenciados por charlatanes relamidos que utilizan los medios de comunicación y las plataformas sociales como escaparates de su estulticia.

La Universidad de La Laguna, a la que quiero con locura, debe liderar en su autonomía estos desafíos y ser ariete que derribe puertas de hastío. Ha de recuperar su autoritas e ilusionar a púberes y puretas. A la Academia le corresponde seducir en las aulas (llenas), en los despachos, en los laboratorios, en las bibliotecas, en los escenarios, en las canchas de deporte, en las cátedras y en la esfera pública. Es necesario que los universitarios de La Laguna, en general, empujen y aparquen definitivamente sus complejos. La cultura del esfuerzo y el compromiso es inexcusable. Autocrítica. Pasión. Honestidad. Desacertar para cambiar y crecer en la excelencia. Innovar. Provocar. Soñar. Rompe y rasga. Rebeldía. Debates serenos, humildes y fecundos. Madurez. Vanguardia. Nos comprometen 225 años de historia.

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