Dieciocho personas murieron este pasado domingo 13 de agosto y veinte resultaron heridas en una cafetería de Uagadugú, la capital de Burkina Faso, como consecuencia de un ataque atribuido al grupo terrorista Al Qaeda del Magreb Islámico. Varios hombres armados abrieron fuego contra los clientes que estaban en la terraza.

Tres empleados afganos de una ONG estadounidense murieron tiroteados el lunes 14 de agosto y dos resultaron heridos en la provincia de Ghor, al oeste de Afganistán. El suceso se asoció a grupos talibanes o yihadistas.

Un casco azul togolés, un soldado y un policía y seis contratistas malienses murieron el mismo lunes de madrugada después de ser disparados en la región de Mopti (Mali). La ONU vinculó el asalto a los terroristas de Jama’at Nasr alIslam wal Muslimin (Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes).

Treinta personas perdieron la vida el martes 15 de agosto (83 heridos) en un mercado de la ciudad nigeriana de Mandarari y en un campo de refugiados próximo a esta, como consecuencia de un triple ataque suicida perpetrado por Boko Haram. El atentado se produjo después de que tres niñas se inmolaran con bombas adosadas a sus cuerpos. Desde que Boko Haram se alzó en armas hace ocho años, ha provocado veinte mil muertes y unos 2,7 millones de desplazados y refugiados.

Una familia de cinco miembros (el matrimonio y sus tres hijos) murió, igualmente, el 15 de agosto al explosionar una bomba al noroeste de la provincia de Diyala en Iraq. El atentado fue reivindicado por el Estado Islámico.

Trece personas fenecieron este pasado jueves 17 de agosto y más de cien resultaron heridas en Las Ramblas de Barcelona tras un atropello masivo organizado por el Estado Islámico. Pasada la media noche, agentes de los Mossos d’Esquadra abatieron en Cambrils (Tarragona) a cinco terroristas antes de que arrollasen a un número indeterminado de civiles, dejando a su paso una mujer muerta y cinco heridos.

También el jueves, en la ciudad de Quaim (Iraq), tres hermanos fueron ejecutados de un tiro en la cabeza al rechazar unirse al Califato del Estado Islámico.

Esta semana de agosto de 2017 más de ochenta personas han muerto en el planeta Tierra a causa del fundamentalismo yihadista (250 en lo que llevamos de mes y alrededor de doscientas mil desde la masacre de las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, según datos del sitio web The Religion of Peace). Y todavía hay quienes ponen paños calientes a estas acciones terroríficas. Todavía hay marxistas, leninistas, comunistas, populistas, antisistemas y demás sujetos rabiosos que hablan de acciones que son fruto de las lógicas internacionales del capitalismo (la CUP dixit). Todavía hay perroflautas que anteponen la ideología al sentido común, la doctrina impuesta por el Estado frente a los derechos individuales. La perversión del uso legítimo del poder por parte del gobierno. La degeneración de la autoridad.

Y estos comemierda intolerantes (¡y progresistas!), habituados a justificar la barbarie de la guerra santa pille cerca o lejos, soslayan, además, que muchos musulmanes con Número de Identidad de Extranjero (NIE), tras beneficiarse de políticas de acogida, consideran a las mujeres como meros objetos (sexuales), al tiempo que legitiman acciones violentas contra ellas cuando no cumplen con el atuendo islamista.

El lobo Moussa Oukabir, abatido en Cambrils, lo tenía claro: “Matar a todos los infieles”.

 

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