En el guachinche Las Tejas de La Laguna, me soplé unos cuantos vasos de vino del país. La grata compañía invitaba y la anfitriona Mari Carmen lo ponía fácil con los tomates aliñados, aguacate y anchoas, croquetas como Dios manda, ropavieja de pulpo que entraba a cucharadas, carne fiesta con papas fritas a mogollón y papitas arrugadas con mojo que nunca deben faltar. Mientras caían las cuartas y medias del rico bebercio apareció de la nada, como caído del cielo, Kakó y su guitarra. Y el viejo compañero del Teobaldo y ahora colega docente en armas de Imagen y Sonido montó la parranda. Antes de su mágica presentación algún acorde ya había calentado el acogedor salón acicalado con aperos de labranza, lebrillos, botijos, un aparador con flores, gramófono y su teléfono con disco de marcar, cuadros, fotografías, helechos, sillas de plástico, de madera, de metal… en torno a mesas pa comer, cantar y beber. No obstante, individuos hay que mojan el gaznate con agua y refrescos. Serán los que conducen, que no es mi caso. De todas formas, desde San Benito al centro de la Ciudad de los Adelantados puedes ir caminando en divertido zigzag.

También en Aguere (paños dispares), espero el momento para acercarme al Nub de Fer Fuentes y Andrea Bernardi, nueva estrella Michelin del rutilante firmamento gastronómico tinerfeño. Grata noticia que recibimos en la gala celebrada a finales de noviembre en el Hotel Abama de Guía de Isora, que bien dirige Hugo Lecanda. Para el deleite tendré que esperar a febrero, pues el día 1 abren cocina en La Laguna Gran Hotel después de que su situación urbanística en el local que tenían en la calle Antonio Zerolo (en la segunda planta del obrador de La Princesa) no fuera la adecuada. Carecían de licencia de apertura, contratiempo terrenal que, por fortuna, se ha solventado gracias al ojo atinado de Myriam y Germán Ortega, los propietarios del Hotel Taburiente de Santa Cruz y del estiloso establecimiento de Nava y Grimón que no para de sorprender. Ansiosos por subirnos a la nube de estos lozanos luceros del fogón.

Y otro que me roba las ansias palatinas es el chef Danny Nielsen en el capitalino Callejón del Combate. Le descubrí tiempo ha en El Covacho de Pedro. En su comedor degusté, junto a mi compadre Óscar Zurita, una de las mejores lentejas que he probado en tierras de ínsula. Tradición hispana con toque danés. Y funcionaba. Ahora, después de pasar por diferentes sazones, como la del Grupo Monkey de los hermanos Javier y Carlos Cabrera, renueva aspiraciones con el empresario Rafael Macía, al frente, además, del nuevo El Gusto por el Vino, en el mercado Nuestra Señora de África, y del Kubo, en la Plaza Weyler. Probablemente (vislumbro), es su apuesta más nórdica sin perder el punto de por aquí.

Pero uno, que no es más que aprendiz de todo, acude a los que saben cuando de copa y mantel se trata. El animal conoce. Y en estas lides, Toño Armas es un maestro. Y lo es porque no se entiende el fermento de la uva sin el condumio y viceversa. Cientos de caldos que se comercializan en estas islas volcánicas agraciadas por el alisio llevan su nombre y prestigio con el emboque que, a veces, asoma, de Mario Cedrés. Pareja imperecedera y vigorosa en los negocios.

El ritmo enológico y culinario de Nivaria se acompasa con este chicharrero emprendedor que en su San Sebastián 55 y 57 (vinoteca y restaurante) referencia cientos de tintos, blancos, rosados, espumosos… concebidos para maridar momentos únicos con quien compartir.

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