Ilustración: María Luisa Hodgson

En septiembre de 2015 la terrible imagen de Aylan Kurdi, de tres años, dio la vuelta al mundo. La orilla de la playa turca retrató el horror del conflicto bélico, la desesperanza de una hégira familiar a la Europa civilizada que no llegó a buen puerto. Conmovió y la fotografía del pequeño ahogado copó portadas y muros sociales hasta que la pleamar de nuevas instantáneas mediáticas olvidó la tragedia, hasta que, poco más de un año después, en agosto de 2016, otro niño sirio, Omran Daqneesh, de cinco años, recuperó la barbarie y el estremecimiento para el atareado orbe. Cubierto de polvo y con el rostro ensangrentado tras ser rescatado de los escombros de su casa en Alepo (la ciudad más bella), cogió el doliente testigo del horror. Una mirada perdida e inocente (¡mi niño!) retomaba primeras páginas para el mismo calvario y llantos sempiternos.

En Tenerife y demás islas canarias se vive bien. Estabilidad social, desarrollo económico, clima envidiable… Un paraíso atlántico, frágil, que atrae a millones de turistas. No obstante, en el edén (maltratado), también, a veces, hay tiros, armas automáticas, sicarios y vendettas. Y víctimas. El salvajismo enterró al empresario Carlos Machín. Y fue aquí al lado. Y lo conocíamos. Y habíamos tomado alguna copa en el Palco y en el Kapitel. Y el Cuadrilátero de la noche de La Laguna, que se frecuentó en su momento, recupera flashes de memoria. Miedo.

Aconteceres violentos, distantes, cercanos, que mellan enterezas. Polvos terrenales que reafirman el barro. Apocalypse now. Corazones de tinieblas que reptan por la superficie. Realidades reales que nos gustaría fuesen virtuales en Oasis (Ready player one). Y en estas, en medio de lo ordinario, afortunados de pacer en calma sin sobresaltos reseñables, nos sentamos en un Diálogo ULL junto al árabe que se aproximó a los estudios de Medicina en la Universidad de La Laguna y, luego, ambicionó surcar los mares. Pero el horizonte de Amid Achi estaba en tierra. Soltó la carrera de Náutica y, con los pies firmes y mentalidad emprendedora, se alió, de sol a sol, con el negocio y el esfuerzo. Y en una servilleta escribió el número 1 y dibujó la bandera tricolor. Y rubricó acuerdos con colegas comerciantes y con Fernando Wehbe y Youssif. Amistad que perdura. Buena gente.

La España de los ochenta, doscientos días fuera de casa, pantalones, camisas, uniformes escolares, trajes de novia que se liquidan en un pispás, gangas, asalariados que acaban siendo socios… Éxitos. Y fracasos con los que se aprende, como aquel de La Gaceta de Canarias con Jesús Martínez. Al final, los trapos y el electrodoméstico no armonizaron con la canalla letra impresa.

En la actualidad, el Grupo Número 1 es el mayor multifranquiciado de España con alrededor de doscientas tiendas. Además, gestiona 16 centros comerciales en el Archipiélago y genera mil quinientos empleos directos, personas vitales para el mantenimiento y desarrollo de la empresa. Sensibilidad que choca con la maraña administrativa, el especulador y “demasiados políticos que solo piensan en ganar las elecciones”, dice sin ambages el protagonista de esta actividad moderada por el periodista Antonio Salazar y organizada por el Vicerrectorado de Relaciones con la Sociedad del centro académico. Incansable su titular, Fran García, y eficaz el director de secretariado José Alberto Martínez.

Y, mientras (érase una vez), la guerra civil continúa en Siria. Y el 14 de abril, día que en España algunos republicanos festejan con banderas de hoz y martillo, Estados Unidos, Reino Unido y Francia bombardean instalaciones presuntamente relacionadas con armamento químico. Es la respuesta al ataque del régimen del presidente Bashar al Asad contra la población civil de Duma, el último bastión rebelde a las puertas de Damasco. Es el nudo gordiano que ya se ha cobrado más de quinientos mil muertos y ha generado más de cinco millones de refugiados, uno de los mayores éxodos en nuestra historia reciente. Y duele. Y Amid Achi, que no es ajeno a la angustia, aprovecha la expansión del Número 1 por ocho países de África (“el continente del futuro”) para amparar a familias sirias. Ahmad, Mazen, Samir, Khaled… han vuelto a la vida.

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