117 días de un episodio volcánico que suscitó interés informativo y científico, dolor y solidaridad.
En La Laguna, hace unos días, la tan cacareada formación dual ansiada por la acostumbrada y cortoplacista clase política, fue real y efectiva. Y no se requirieron excesivas alforjas. Bastó conocimiento y pasión.
Alientos próximos y apreciados que atestiguan que, pese a la perversa posverdad que ensucia, las buenas historias, esas auténticas que sirven a la sociedad, las cuentan buena gente.
El último adiós al secretario general del PSOE en Canarias entre 1997 y 2007 reunió cientos de condolencias. Normal. Se le quería. Y los aplausos resonaron en el templo. A la hora de la verdad, la trascendencia (presunta o no) se sobrepone a las ideologías no reaccionarias. Y los de diestra, siniestra y centro se sientan en el mismo banco para recordar y llorar, a su manera.
La lectura reciente de un artículo de Arturo Pérez Reverte, en donde recordaba sus inicios periodísticos en el desaparecido diario Pueblo, avivó mis primeros devaneos en esta querida profesión.
Recomiendo su lectura hasta a los que no buscan empleo, pues es una guía práctica formidable para quienes nos afanamos en algo, al tiempo que intentamos ser felices.