En “Gente corriente” (“Ordinary people”) Robert Redford compone y eleva a la categoría de largometraje una historia normal, anónima, como tantas. Basada en una novela de Judith Guest, sus protagonistas podrían ser cualquier persona con una historia que contar. Pero hay que saber discriminar y distinguir qué es bueno y qué es, simplemente, bazofia.
La tibieza y el todo vale campan a sus anchas y, con la disculpa del maldito dinero, algunas empresas informativas de aquí y de allá ensucian la vida. Restriegan miserias, se aprovechan de miserias… Lo fácil, el usar y tirar, la comida rápida… se está imponiendo al sentido crítico, a la reflexión… Y no todo lo cotidiano, lo de todos los días, es así.
Aprovecharse del sensacionalismo, de las pasiones, es fácil. Lo atractivo, lo arriesgado, lo valiente, en verdad, es saber comunicar con estilo y hacerlo con talento e imaginación para, evidentemente, generar valor añadido, riqueza y empleo… con dignidad. Sólo con estos ingredientes, la gente corriente, nosotros, tendremos la tranquilidad de recibir calidad y, al tiempo, ser fotografía de portada.
Felicidades a la revista Fama por su primer aniversario y compromiso, a los que la sostienen con su fidelidad (me cuenta Carmen Perera, que de esto entiende, que la siguen, como mínimo, treinta mil personas) y a las empresas anunciantes que la utilizan como eficaz soporte publicitario. Y a los que me leen, les invito a seguir disfrutando con esta publicación mientras oyen el Canon de Pachelbel, maravillosa pieza barroca con la que Redford musicó su película: Óscar a la mejor dirección, film, actor secundario y guión adaptado en el año 1980.
«Gente corriente»: tráiler oficial de la película (en inglés)