La conversación surgió espontánea. Sin querer. Hacía tiempo que no participaba en una tertulia tan enriquecedora y en donde todos sus concurrentes argumentasen con cordialidad, sin temor a recibir el improperio de turno o la descalificación, tan propio, por ejemplo, de los foros televisivos o radiofónicos.

Hablar en estos marcos de honradez, que no se pactan, por cierto, de antemano, invita a la satisfacción. A concluir que, pese a todo, el entendimiento y la esperanza son posibles. Probablemente, ayudó que no tomara parte ningún ser humano militante y de carné. Estamos en año de elecciones y, que quieren que les diga, en estos momentos huyo de todo lo que tenga que ver con la política. Prefiero sumergirme en otras cuestiones. Y no significa, oiga, que reniegue del pensamiento platónico en cuanto a la organización del Estado. No se trata de eso. Será la edad. Será que tengo que volver a hacer deporte después de un año con los músculos acartonados. Será que uno ya es perro viejo y no va con el lirio. Será que te conozco mascarita…

Hablamos durante más de una hora. Y pasó volando, como cuando departo con mi compadre, a quien, por cierto, no felicité en Navidades. Tengo que llamarle… Por primera vez en mucho tiempo no envié eseemeeses masivos. Apatía. La que no tienen mis alumnos, que el primer día de clase estaban como desaforados con el escote que Eloísa González lució durante las recientes campanadas de fin de año en la Televisión Canaria. Por lo visto, ya es tradición, como las uvas. Escribe Manolo Artiles en su muro que la retransmisión batió récord de audiencia. Y yo que me alegro, aunque admito que no contribuí al éxito, pues nos lo gozamos en casa con Roberto Herrera y Jessica Déniz. ¡En qué estaríamos pensando!

En fin, antes de que los habladores nos despidiéramos, Rosalba nos abrió su casa para invitarnos gentilmente a disfrutar de su almuerzo: vino blanco de Güímar, queso blanco de Arico, chicharros frescos y ensalada… Magnífico menú para cinco periodistas (Rosalba Díaz, Juan Carlos Acosta, Chema Blanco, Pepo Pérez Báez y el que escribe) enganchados a Facebook un sábado por la mañana.

Archivo