Suso Zárate

Hay un lugar en Valle Guerra que huele a tarajal. A Tamarix canariensis. Es como si estuvieras en el entorno del Charco del Cieno en Valle Gran Rey. Estos arbustos son frecuentes en algunas cercanías de nuestro océano, ya sea en el norte de Tenerife o en el humedal salino y charanguero del este de La Gomera. Y en los dos parajes la piel tostada no quiere volver al asfalto pues se enreda, adrede, en sus ramas flexibles y forma un único racimo de flores pequeñas y blancas tirando a bermejo. Luego, pones los ojos en el horizonte, respiras hondo y te vas con el pensamiento. Algo efímero.

Después hay otras orillas de arena bronceada y tangas en donde no puedes pulpear porque no hay bajíos ni tarajales, pero sí mojitos y caracoles para bailar suavecito, atontado, mejor en compañía, mientras suena Bob Marley, quien, dicho sea de paso, pone igualmente en litorales silvestres. Pero no es lo mismo. Como tampoco lo es, aunque sea planta, el rabo de gato (Pennisetum setaceum). Originaria del norte de África, esta especie invasora crea graves daños sobre la flora autóctona debido a su fácil adaptación y gran cantidad de semillas que produce. A la hoguera con ella, pero con prudencia y cordura, que para incendiarios ya tenemos suficiente con el cagón rastafari Scott Verdine Stumpf.

Y en el escondrijo de Valle Guerra echa raíces el hotel rural Costa Salada, uno de esos sitios a los que tienes que ir, por lo menos, una vez en la vida. Nació en familia en enero del año dos mil con el ánimo de llenar tiempos de ocio, promover desconexiones vitales y degustar buenos platos, como los que cocina el incansable chef Cristo Rodríguez y, de vez en cuando para sus amigos, el propietario. Es el caso de las hamburguesas con paté de fuá o el pedazo atún en horno de leña que preparó en fechas recientes. Buenos homenajes después del obligado chapuzón en la piscina o en la cala que encaja frente a la casa.

En septiembre, en el centro de Santa Cruz, ciudad que quiere ser turística, también nos podremos dar un baño. Será en la plaza del Centro Comercial Parque Bulevar y estará reservado para los audaces que deseen iniciarse en el buceo con botella. Esta iniciativa surge de un tal Zárate con licencia para soñar, actitud que, por ejemplo, recobró Gabriel Álvarez, representante del Parque Científico y Tecnológico de Tenerife (PCTT), en el programa Imagine Silicon Valley 2016. «Gracias a Imagine, he recuperado mi capacidad para ser un dreamer, algo que tienes de niño y vas perdiendo con la edad», confesó estos días a un grupo de emprendedores y a Antonio García Marichal, consejero insular de Innovación. Habló, además, de la necesidad de inculcar la «cultura del fracaso”. ¡Uff!

Caerse, detectar los errores y levantarse. No conformarse y aguantar. Y creer. Es posible. Y sucede en el PCTT, en la Universidad de La Laguna… y en orondos mortales hechos a sí mismos que experimentan con bocadillos, promueven e invierten en negocios de hostelería, impulsan exposiciones permanentes de carnaval, promocionan zambullidas en suelo urbano, sacan adelante puestos de perritos calientes y defienden los intereses de vecinos y empresarios.

Hace calor. Suso Zárate viste bermudas y alpargatas de tendencia. Va a la última para no perder fuelle y riego cerebral. Siempre joven y jubiloso. Siempre vivo. Limonium arborescens.

Archivo