José Sacramento y Jesús Villanueva

José Sacramento y Jesús Villanueva, con ‘El fuego de bronce’ en el museo militar de Almeyda.

Hoy sábado, Dios mediante, cenaré en un guachinche. No será la primera vez ni, espero, la última. El convite se ha organizado para presentar un nuevo proyecto editorial. Al frente del mismo está José Sacramento, experto, a la sazón, en parrandas y en estas casas de comida en donde las papas arrugadas con mojo, recién elegidas como la mejor maravilla gastronómica de España, son una delicia. Normal, entonces, que el comercio y el bebercio se arreglen en mesas de queso fresco, escaldón, garbanzas, huevos al estampido, carne fiesta o ropa vieja.

Será en el Romance de Mauro Marrero en La Orotava, en la carretera general de Las Cañadas, inmejorable para echarse un vaso o dos de vino del país entre recuerdos ecuestres, aperos, lecheras, guitarras… y la estampa de su tradicional venta de verduras, conservas, chorizo perro o lo que se tercie y recomiende el ventero.

Me dicen que será una reunión de amigos y conocidos, todos buenos prescriptores, en pos de alentar el lanzamiento de esta iniciativa empresarial que ya pergeña objetivos muy interesantes. No obstante, la aspiración tiene mérito. Las páginas escritas en las Islas malviven con puntuales afanes ilustrados que empujan a expensas de aportaciones institucionales y responsabilidades sociales corporativas. Y  nos agarramos a la remembranza del subvencionado y prolífico Centro de la Cultura Popular Canaria, a las ediciones propincuas de Cándido Hernández con Benchomo, a las esmeradas publicaciones de Paco Lemus cuando no solo vendía libros, a los apreciados ejemplares turquesas de José Manuel Moreno, a las producciones de Tauro que cuidaba Olga Álvarez, al buen hacer y liderazgo del colega Paco Pomares (Idea) o a las inquietudes cómplices de Ángel Morales que vienen de Aguere. Este último, precisamente, arropaba en 2011 a la nueva narrativa insular con la antología Generación 21. Nuevos novelistas canarios, que reconocía el trabajo de doce escritores: Víctor Álamo de la Rosa, Álvaro Marcos Arvelo, Víctor Conde (seudónimo de Alfredo Moreno), José Luis Correa, David Galloway, Santiago Gil, Cristo Hernández, Javier Hernández Velázquez, Pablo Martín Carbajal, Nicolás Melini, Alexis Ravelo y Anelio Rodríguez Concepción. Al tiempo, Idea inauguraba la colección G-21 Narrativa Canaria Actual, con Murmullo de hojarasca, de José Luis Correa, y Biografía reciclada de Manolito el Camborio, de Cristo Hernández. La cosa se animaba, pero más bien como flor de un día ante unos lectores multimedia que cada vez consumen menos papel, alienados por fenómenos digitales como el del youtuber El Rubius, quien este 20 de agosto publicaba el tuit más retuiteado de España y el cuarto a nivel mundial. El contenido del mensaje mostraba la palabra «limonada» seguida de un icono. A día de hoy supera con holgura el millón de retuits y sigue en aumento. Acojonante.

Visto el panorama, y siguiendo con las criadillas, tiene bemoles que Sacramento se lance a esta aventura no exenta de romanticismo y crudo realismo. Algo así como las correrías de Faycán, el perro vagabundo de Víctor Doreste; los sudores de un puñado de hombres en el valle aquel de Tenesora que retratase Alfonso García-Ramos en Guad o las pasiones de Campiro, el pescador del mundo chico y grande de Víctor Álamo. Pero el paso está dado y hoy brindaremos por el feliz alumbramiento del primogénito: la tercera edición de El fuego de bronce de Jesús Villanueva, con un formato más reducido y tapa blanda. Heroico.

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