Es lo que pasa cuando las cosas no van bien: cualquier discrepancia por menuda que sea da pie a que la situación empeore todavía más. No hay armonía, no hay espíritu de entendimiento. La acritud nubla el camino. Entonces, sentarse a la mesa para repartir los Fondos de Desarrollo y Cohesión de Canarias solo lleva a que la casa de Tócame Roque se alborote todavía más. Lógico. Y en aguas revueltas, Román Rodríguez, que es canarión antes que lo demás, gana pescadores. O, al menos, salta a la palestra de lo público, que le encanta, para vociferar y avivar la llama del desamor. Divide y vencerás.
¡Qué tiempos aquellos en que Patricia y Fernando se hacían arrumacos! Ahora la realidad pinta bastos y las zalamerías se han olvidado. Ni siquiera un terapéutico café con Rodríguez Fraga aviva el tímido fuego de la atracción. La química se ha apagado. Hay muchos intereses de por medio. Hay demasiadas moscas cojoneras que velan el entierro. Y tampoco un heredero es la solución. El baby boom no se estila. Es de otra época. No es políticamente correcto enredarse en las sábanas para procrear. Éramos pocos y parió la abuela. ¡Ni pensarlo! Seguiremos, pues, solos y mal avenidos. Mejor así. Que mojen otros. Que otros le den calor al invierno demográfico. Tenemos preocupaciones más importantes, como aprobar los presupuestos de Rosa Dávila.
Casimiro Curbelo podría mediar en la relación de pareja, pero solo tiene ojos para Fernando pues está muy resentido con su paisano Julio Cruz (mundo chico infierno grande) y excompañeros socialistas. La Torre del Conde es muy estrecha y la quiere solo para él y para Beatriz de Bobadilla. Eternamente. Patricia, sobre el papel, tiene poco que rascar en la hacienda gomera. Está claro que siempre le quedará darle calabazas a Fernando y liarse con Román, por ejemplo, pero no se fía. El que fuera presidente del Ejecutivo autonómico tras maniobra de Lorenzo Olarte es perro viejo y capaz de pergeñar mil y una argucias con tal de recuperar glorias perdidas. De todas formas, todo es posible en tiempo de crisis.
Y revolotea el Partido Polular de Asier Antona sobre Patricia y Fernando. En el oso y el madroño Mariano y Susana mantienen a distancia de AVE un romance de conveniencia en pos de la estabilidad patria, después de que a Pedro Sánchez, el defenestrado, le mandasen a llorar al valle. Sin acritud. Así es que en las Islas se podría articular, dicen algunos, un arreglo parecido. Manolo Domínguez y Antonio Alarcó seguro que no se oponen. Las plazas de España y del Adelantado esperan. Por otra parte, la gaviota tampoco desdeña el pesebre nacionalista. Y más cuando el Consejo de Coalición Canaria puede decidir hoy sábado que finiquita con Patricia lo que pudo haber sido y no fue.
Patricia y Fernando despuntaron de jovencitos. Ella con ZP y él con AO (Ani Oramas). Luego cogieron galones y con las ínfulas a cuestas se subieron sin soberbias a la parra. Y se conocieron en la pista de baile y flirtearon bajo la mirada atenta de sus familias respectivas, separadas por la ideología del carnet. Y llegó la Navidad de 2016. Y Patricia Hernández y Fernando Clavijo parecían ausentes. Apenas cruzaban miradas cómplices. Lo suyo había terminado. ¡Ay mis niños!
Fotografía: Ángel Medina / EFE