En la desconcertante película El club de la lucha, dirigida por David Fincher, los mamporros se los dan unos cuantos descerebrados en el sótano de un bar. En Madrid, Alicante, Murcia y Güímar el protagonismo también recae en una serie de tarados, solo que en este caso no hay cojones. Es más saludable implicar a cientos de pit bulls o rottweilers entrenados para participar en peleas a muerte después de suministrarles anabolizantes, testosterona, hormonas, diuréticos o material eutanásico. Las dentelladas ajenas son un buen negocio. Reporta pingües beneficios no solo en la Península Ibérica y Tenerife, pues los imbatidos gladiadores hispanos a cuatro patas muestran, igualmente, sus mordidas letales en Emiratos Árabes, Tailandia o México. Mejor que la sangre que salpica sea de los canes maltratados y no propia. Estos “¡¡HDP!!”, enfatiza la abogada Sandra Barrera, no tienen cojones.
La red de peleas de perros desmantelada en España se ha cerrado, por el momento, con 34 detenidos y ha enervado, lógico, a la mediática letrada tinerfeña presidenta del Grupo Animalia. Defensora a ultranza del bienestar de los animales, sus desvelos y compromiso activo la llevó a liderar, por ejemplo, en 2016, junto a Antonio Darias (AMBAR) y Lucrecia Roldán (COADA), una mesa de trabajo para redactar un protocolo de traslado y gestión ética de camellos. El esfuerzo se tradujo en la publicación de una circular de instrucción sobre el transporte de estos rumiantes con dos jorobas. Y lo que es más importante: de obligado cumplimiento en Canarias desde el 1 de enero de 2017. La jurista lo tiene claro: no se trata de prohibir cabalgatas o romerías, sino de regular la dignidad animal. Y en eso está. Y aprovecha cualquier altavoz para ponerle voz, un suponer, a los ladridos y lloros del chucho atado entre excrementos a un bidón o a los podencos hacinados en jaulas de cazadores. Y no pasa nada. “Se trata de respetar a los seres vivos que nos acompañan en el camino de la vida”, asevera con rotundidad. Maravillosa y maldita vida.
Y a los gallos, criaturas de Dios, tampoco deja de lado y pide que se declaren ilegales las agarradas a espuela, cresta y pico, a la vez que afirma que la Ley de Protección de los Animales de Canarias es de las peores del Estado al quedarse obsoleta. Más trabajo para el corral en minoría del presidente Fernando Clavijo y demás políticos. Esta mujer guerrera, peripuesta, lógica y pertinaz, alejada de exaltaciones irracionales, no cesará en sus desvelos mientras le quede una gota de sangre en las venas. No hay marcha atrás. Conviene tenerla en el mismo equipo. La Barrera de armas tomar no pincha en hueso. Y lo saben.
Sumida en esta cruzada social, tiene, además, fuerzas, argumentos y apoyos mil para que los alcaldes José Manuel Bermúdez y José Alberto Díaz apuesten para que la capital tinerfeña y La Laguna sean ciudades amigas de los bichos domésticos. Y sus propuestas son, entre otras: editar una guía pet friendly de cafeterías, hoteles, centros de ocio…; acceso a guaguas, tranvía y taxis con animales de peso superior a diez kilos; habilitar un trozo de playa en Las Teresitas o Valleseco; paso de animales a los edificios públicos, así como a los albergues de personas sin recursos; área de perros en el Puerto a fin de esperar el ferry en condiciones óptimas y entrada con perros al Palmetum. Cuestión de tiempo.
Sandra Barrera está hasta en la sopa. Briosa y eficaz estrategia.