La Televisión Canaria comenzó su andadura el 21 de agosto de 1999. Y me acuerdo de aquellos días y de Jorge Bethencourt y de Lucas Fernández como tutores de la criatura. El juguete ilusionaba y Dios existía, pero pocas alegrías ha dado a la parroquia. Más bien todo lo contrario. Lo normal cuando el político mete baza, al igual que sucede con el resto de televisiones públicas en este país en donde gracias a Del Bosque y a Puigdemont ya no eres facha por lucir rojigualda.
Dos años después Bethencourt tomaba las de Villadiego al no soportar la influencia gubernativa sobre la tele. El periodista se caía del guindo o más bien, iluso (que no lo es), esperaba otro caminar. Román Rodríguez, rápidamente, se ponía manos a la obra y maniobraba para poner en el deseado potro de torturas (sarna con gusto) a Francisco Moreno con el rechazo de populares y socialistas. Y el hermano de Pepe (Moreno) duró hasta que en 2005 las presiones (habeilas) obligaron a Adán Martín a poner el reloj en hora, esto es, a colocar a alguien que estuviese en sintonía con. Entró entonces Santiago González para informar al respetable del cisma de Coalición Canaria y coger tablas en guerra de guerrillas. Mejor escuela no pudo tener de cara a asumir en 2007 la dirección de Radio Nacional de España y, después, la de TVE. En la actualidad, el colega de La Orotava está al frente de los informativos de Antena 3 y lo está haciendo muy bien y nos alegramos.
Con el Paulinato recién estrenado, Daniel Cerdán, que cree posible la paz en el mundo, se sumó a la fiesta. Más madera que no tardó en prender: el exalcalde de El Sauzal cambió de molde para que el ente asumiese la gestión de los programas y la publicidad. Y Cerdán dimitió. Y cruces de declaraciones y Fiscalía Anticorrupción y demás insidias y dimes y diretes propios de los habitantes del Parlamento patrio: tricolor y sin estrellas verdes.
Bicho malo nunca muere y la cosa nuestra continuó firme en su travesía de servicio en busca de héroe que feneciese por la causa. Y en la trampa cayó Guillermo García-Machiñena García-Checa, alias Willy. La audiencia subió como la espuma gracias al fúrbor, Paulino en el limbo y la procesión, por dentro. Esto es Jauja, un vacilón, una república bananera, una canción verbenera de Pepe Benavente que compra una vaca que da un ternero y tengo plaza y tengo fuente y tengo guagua, carrito, chiva, chivito, cabra y cabrito.
Luego llegó Santiago Negrín con vocación de mártir. ¿Qué necesidad tenías? ¿Por qué le cogiste el teléfono a Fernando Clavijo? ¿Tú, perro viejo en lides canallescas, no estabas al tanto del andar de la perrita? ¿Radio Club Tenerife no colmaba tus apetencias? ¿Qué fue lo que no funcionó con Lourdes Santana?
Y en estas, hace unos días, surgió, libertina, Cristina Tavío. Su abstención y la de los socialistas paralizó el cese de Santi, promovido por un trío de chiste: PP, Podemos y Nueva Canarias. Ver para creer. La diputada popular y vicepresidenta segunda de la Mesa del Parlamento canario, despojada de cargos orgánicos, no se achantó ante Asier Antona y Australia Navarro. A estas alturas de la película tiene poco que demostrar. Que le quiten lo bailao. Firme y decidida se abstuvo porque tiene sus razones y porque está un poco hasta aquí de los tejemanejes de quienes la han apartado. Pero lo importante, aunque sea de forma simbólica, es que ha ayudado a desbloquear la revisión de la Ley de Radio y Televisión Públicas de la Comunidad Autónoma y el debate (necesario) sobre el modelo a seguir.
Cristina, indisciplinada, podría ser apercibida por los suyos. ¡Ay!