Semanas después de brindar por el esperanzador 2018 y rebosarnos de champán y buenos deseos, porque el cava de Puigdemont ya solo se bebe en torno al Átomo de Bruselas y virtualidades de república, la nave va por los mismos derroteros de vilezas, mediocridades, egoísmos y raterías que el año pasado. Frágiles. Es lo que somos. No hay solución. Eso parece. El sol naciente no cambia rutinas y asoma por la TF-5 mientras el tráfico se colapsa hacia el corazón de la Isla. Y paciente o resignado o cabreado (¡hombre no!), aguzas el oído con Pepe Moreno. ¡Hola! ¿Qué tal? Y ese tal se retuerce ante el bufido de “países de mierda” aunque la jornada coincida con el Día Mundial de la Croqueta y planifiques unas cuantas o lo que caiga en el Kokken Gastrobar de Pablo Molowny. Pa celebrarlo. ¡Cómo gusta la contracción pa! Campa por sus anchas. Más cómodo, corto y vulgar. Lo que abunda. Apuntarse a la cultura del esfuerzo requiere braveza. No como afiliarse a #MeToo y reivindicar el luto sobre la alfombra roja que pone mogollón de cara al flash. Eficaz estrategia de guerrilla que da un golpe en la mesa. A veces es necesario. Pero no saquemos demasiado los pies del tiesto. ¡A mí la legión! Si bien, tampoco. Que es machista y sus cánticos de pelo en pecho, denuncia el Partido Comunista de Andalucía, incitan a la discriminación, al maltrato o al acoso a la mujer. ¡Ño, mano! Habrá que tener cuidado hasta con el cocherito leré. Menos mal que quedan francesas revolucionarias que entonan la Marsellesa y se ruborizan sin acritud ante un “Tía buena” o un “Pan de Arafo”. Es el caso de Catherine Millet, la escritora y crítica de arte autora de un superventas que narra su vida amatoria. Ella, con otras cinco señoras, damas, madres, esposas, compañeras, divorciadas, solteras, libidinosas, recatadas…, ha impulsado (como sabes) un manifiesto contra el #YoTambién firmado por cien personalidades de la cultura gala, encabezadas por la actriz Catherine Deneuve, la cantante Ingrid Caven o la editora Joëlle Losfeld. Todas argumentan que son capaces de no confundir el coqueteo con una agresión sexual. Y en estas (no puedo resistirme), evoco a la cautivadora Jacqueline Bisset en la película La noche americana, dirigida y protagonizada por François Truffaut. La británica es como Coca-Cola y yo un hielito. Si me toca, me derrito. Por cierto, los canarios que estos días revolotean en Fitur han estado próximos al punto de congelación debido al intenso frío que ha hecho en Madrid, especialmente el miércoles, lo que aprovechó el presidente Clavijo para dar envidia: “Ya saben a dónde tienen que ir todos”. ¡Que vengan, que vengan! Hace años, los políticos noveleros y asesores y demás y los de más allá que se acercaban hasta el Madroño se calentaban en la Fiesta de Tenerife que organizaba Pilar Parejo. Era de lo más esperado en la feria internacional de turismo. Y las invitaciones: codiciadas tarjetas de deseo y estraperlo. Alberto Bernabé debería tomar nota y recuperar el guateque, no sea que se adelanten los díscolos de Adeje, Arona y Guía de Isora, con permiso de Mogán y San Bartolomé de Tirajana. Mientras se aclaran, el vacilón lo pone hoy sábado Emilio de Ávila, que es el sinvergüenza más querido y trendy y cool y fashion y hipster que existe a este lado del Pecos, ya sea con falda escocesa, traje de Armani, bañador, camisa blanca descamisada, bermudas o cholas. Su intensa vida social y encanto es la mejor garantía para el éxito que hoy, sin duda, tendrá en la celebración de su cuarenta y cinco cumpleaños. Un pibe. Un bon vivant que pasa por alto las sordideces de sus congéneres de especie. Lo mejor que haces, mi niño. ¡Qué necesidad! El cumpleaños será en la plaza capitalina de San Francisco bajo la vigilante mirada de José Murphy y con dress code a la altura del anfitrión. No faltará nadie.