El joven Fernando López y su hermano Domingo se lanzaron a la carretera a mediados de los años cincuenta del siglo XX con un burro y un carro. Abandonaron la escuela y el trabajo familiar en el campo para iniciar una trayectoria empresarial con el trabajo y la intercesión del Cristo de Tacoronte como aliados. Luego vino el camión y la ferretería y demás comercios. Primaveras de esfuerzos, contrariedades, jornadas sin descanso y repletas de agudezas, ingenios y honestidad marcaron el camino del emprendimiento, que no entiende de pieles finas. El arte de vender que escribiese Gilberto Alemán rodeado de lecheras hábiles con su carga en la cabeza y gangocheras que compraban en la huerta para vender en la ciudad. Y a fuego lento y con el itinerario bien marcado, aquellas lumbres prendieron y asentaron hogueras luminosas en la España de la posguerra y los felices años sesenta. Y llegó, de sopetón, el boom turístico, el biquini, la Transición, Adolfo Suárez, el Estado de las autonomías, el Felipismo y las libertades, desnudeces, avaricias y corruptelas. Puertas concurridas en quicios de llanto y alegrías.
A la par, Santiago Gutiérrez también forjaba sueños en el Casino de Tenerife. Igual recorrido de empujes y tesones que le llevaron, en su caso, desde el recado y otros encargos, a la gerencia de la histórica entidad. Enredes que curten y hacen falta, pues detrás hay una progenie que crece y toma ejemplo de los sacrificios (callados, generosos). Aprendizajes de vida. Y esta que pasa rápido y en un pispás se va igual que vino. Lágrimas fuertes y jubilosas, no obstante, porque atrás queda la memoria de un hombre que no se va del todo. Querencias que, a falta de los necesarios pellizcos y roce, persisten. Las arrastra el tiempo de los hijos y de los hijos de los hijos. Afectos que van desde abajo hacia arriba y de la apacible y sabida senectud hacia la inquietud de quienes todavía revolotean en el palomar. En el fondo no somos uno. Ya lo dice Octavio Paz en su poemario Piedra de sol: “Para que pueda ser he de ser de otro, / salir de mí, buscarme entre los otros, / los otros que no son si yo no existo, / los otros que me dan plena existencia, / no soy, no hay yo, siempre somos nosotros”.
El histórico gerente del Casino quedó huérfano de padre muy pronto. Era el más pequeño de cinco hermanos y a los trece años se inició en el mundo laboral. A partir de entonces compartió estimas y generó lealtades hasta convertirse en una persona muy querida en la Isla. Falleció hace unos días y su legado ha quedado en la tierra, esa que Miguel Hernández describe como un amor dispuesto a ser un hoyo, un árbol, un volcán y una fuente. Sucesiones que perduran ajenas a la terrible soledad, al andar solo que tan crudamente despliega Pablo Neruda, el solitario poeta, al compararlo con una sola botella andando por los mares.
Resúmenes y circunstancias vitales componen nuestras páginas. Las hay manchadas, como las que cuenta el viento de Las Teresitas y sobre las que ahora caen hienas impolutas que no existen. ¡Ja! Y las hay ejemplares, como la de Fernando López, habituados a la cultura del esfuerzo, de la palabra dada y de la fidelidad a unas raíces que insuflan la savia necesaria para construir solidez. Así lo transmite el empresario octogenario en la Universidad de La Laguna junto a su hija Victoria, la presidenta del Grupo Fedola, una mujer que ha sabido captar a la perfección la esencia del negocio familiar junto a sus hermanas Mónica y Ana Belén (vicepresidentas) y su hermano Fernando (consejero delegado). El cambio generacional, ya planificado, se produjo sin estridencias gracias al buen gobierno de unos protocolos que garantizan la unidad accionarial, el compromiso, la responsabilidad y la visión corporativa. La familia tuvo claro que debía regirse bajo los criterios de una constitución, en la que, incluso, se marca la cuantía de los sueldos y la necesidad de la formación para optar a los cargos de responsabilidad.
Victoria López, licenciada en Ciencias Empresariales y master en Dirección de Empresas Turísticas, se sitúa al frente de una corporación de quince empresas y 21 marcas comerciales repartidas entre los principales sectores económicos de las Islas, para lo que cuenta con una plantilla que supera los mil doscientos empleados. El crecimiento último tiene como máximo exponente la construcción y reciente apertura del GF Victoria de cinco estrellas gran lujo, el quinto hotel del Grupo.
Sostenibilidad, tecnología, feminismo a partir de la igualdad de oportunidades, compromiso social y una cuidada política de recursos humanos que vela por el bienestar y la exigencia profesional marcan la pauta. Es la sonrisa y la amabilidad. Es la hoja de ruta. Es la herencia de un emprendedor que empezó juntando un puñado de papas e higos chumbos.