Ilustración: María Luisa Hodgson

El americanista Julio Hernández falleció pronto. Con él y el incienso de sus puros palmeros me acerqué al Amazonas del siglo XVIII, a los indios guaraníes y al oboe del padre Gabriel. Conocí, de igual forma, a Lope de Aguirre y a la cólera de Dios, sin embargo, no fue lo mismo. Con el conquistador español en busca de El Dorado no lloré. Klaus Kinski no arrebató el alma, sí el jesuita, su dulce instrumento de madera y la redención del penitente Rodrigo Mendoza, nazareno enlodado con yelmos y espadas a rastras. Lágrimas, risas silvestres y un abrazo que bendice la indulgencia. Todavía hoy turba el genio de Ennio Morricone. Coros de voces blancas en pieles pardas. Oración incolora que hace frente al acero del mundo demasiado mundano, eso sí, sin beatitudes que oculten el sudor más erótico, el que transpira Claudia Cardinale en el Oeste enjuto y revanchista de Sergio Leone. Ahora es la armónica la que rinde cuentas a fuego lento. Historias de amor y malquerencias. El grito del viento que rasga, aturde y embelesa. Maravillosa composición que invita a caer en los brazos de, por ejemplo, Malena. Bellísima, Monica Belluci. Luego despiertas junto a feos, buenos y malos. Estado social y de derecho, a veces, con más sombras que esplendores, porque el paraíso solo está en el cine. Odiosos.

La vida, que también se escribe en un pentagrama. Imposible imaginar el llanto de Oskar Schindler sin John Williams. El Talmud salva al mundo entero y raya los ojos. Aflicción sinfónica de violines y su solista. Luz antagonista con marchas imperiales y lados oscuros. Épica contra malditos y tiburones implacables. Ficción entre realidades angustiosas tremendamente cercanas: la crisis sobrevenida por la pandemia de la Covid-19 arrastra a la exclusión social al 30,8 % de la población de las Islas. Cáritas no engaña en medio de duelo de láseres y superhombres salvíficos temerosos de kryptonitas que destapan debilidades. Esto no lo arregla ni el mago Potter ni unas birras en la cantina de Mos Eisley ni el bombardeo de un P-51, el cádillac del cielo. No hay fórmulas mágicas que ablanden corazones o alivien esperanzas. ¿Ingreso mínimo vital? Mientras, basta un titular para que la sangre llegue al río: “Hemos estado un año buceando en las cloacas de Coalición Canaria y cada día nos sorprendemos más”, dixit el vicepresidente primero del Cabildo de Tenerife, Enrique Arriaga, con la complicidad de Pedro Martín, que no es el senador Palpatine, honor que el diputado nacionalista José Alberto Díaz Estébanez, desenvuelto en la tribuna, otorga al consejero Julio Pérez. O sea, Darth Sidious. Mi casa, queridos y queridas, no es de un almendro.

Ante el desbarate procede prescribir jarabe de palo, aunque solo uno fuera o acontezca en las Urgencias del Hospital Universitario de Canarias. La decisión de la gerente, Mercedes Cueto, de cesar a Guillermo Burillo, aplaudida sotto voce por las jefaturas de servicio, se veía venir. No fue un arrebato, sino la respuesta a una gestión contestada en el tiempo, merecedora, incluso, de una auditoría externa que abortó el estado de alarma. Pero en ánimos caldeados depende de según como se mire y de ver bonito nacer cada día. Adeus, Pau. Y bonito el premio Princesa de Asturias de las Artes 2020.

 

 

 

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