Ilustración: María Luisa Hodgson

El nefrólogo Benito Maceira publicaba hace unos días en este periódico un artículo en donde apuntaba que Canarias es la comunidad de España con más personas gordas, hipertensas, diabéticas, cardiópatas y asmáticas. A este panorama poco alentador hay que sumarle que el Archipiélago se encuentra en el vagón de cola en desempleo y pobreza junto a Andalucía y Extremadura. Pese a la lastimosa realidad, las Islas son el enclave patrio en donde mejor se está conteniendo la segunda ola de la pandemia por coronavirus, lo que ha provocado que el estado de alarma aprobado en la Cámara Baja hasta el próximo mes de mayo haya pasado de largo por la eterna primavera. Los datos propicios han favorecido, además, la apertura del corredor aéreo con Reino Unido y Alemania, excelente noticia para la resentida economía isleña tan dependiente del sector turístico. Eso sí, el Consejo de Gobierno presidido por Ángel Víctor Torres por fin le ha dado el visto bueno al real decreto por el que el turismo nacional y extranjero deberá presentar un test negativo de la Covid-19 si quiere sentar posaderas en cualquier establecimiento de las Afortunadas. De esta forma, la cosa no se estropeará. La desolada Milla de Oro del Sur tinerfeño, termómetro vital, retomará esplendores pasados. Bonanza, sin triunfalismos, para el sol, la playa y lo que se tercie a este lado del Atlántico. Pero en la luz, Tenerife pone la sombra. Y no es la del Teide, que es alargada y paterfamilias. Nivaria acapara la mayor parte de positivos en Canarias. Relevancia que, normalmente, quiere para sí la Gran. No es el caso. Además, no frivolicemos. La cuestión es que el semáforo rojo continuará encendido de Anaga a Teno hasta el 6 de noviembre debido a la alta incidencia del virus, que tampoco es para tanto. Más muertos caen en otoño a causa de la migración ilegal hacia la frontera meridional de la Europa abatida tras la mascarilla.

Por el momento, en el territorio que gobierna Pedro Martín con el cada vez mayor protagonismo de Enrique Arriaga (su liderazgo y buena gestión ganan enteros), siguen sin autorizarse reuniones, eventos o actos multitudinarios en los que participen más de diez mortales juntos y revueltos. Relajación social, la justa. Otra cosa es cuando el tamaño del recinto permite mantener la distancia de seguridad y los asientos se preasignan, como sucede en el Auditorio o en el Paraninfo Universitario. La Orquesta Sinfónica con Víctor Pablo Pérez agota entradas, al igual que acaece, en La Laguna, con los cantes eslavos de Monika Srncová y el ULL Rock de la rectora Rosa Aguilar y sus cachorros y cachorras. Las direcciones artísticas de José Luis Rivero en la escultura de Calatrava y de Pepe Ambrosio en el teatro del Edificio Central de la Institución académica garantizan programaciones culturales que no defraudan. Se agradece desconectar suavecito en este tiempo gris de gente ofuscada, querulante y que se toma demasiado en serio. Ja, ja, ja… Me quedo con la sonrisa, no con la siniestra de Joker. Comparto la heroica alegría de la santa Teresa de Calcuta y el descaro de Pedri en el Barça rosa que mariposea entre el merengue y la Vecchia Signora. Canto en el cielo lleno de estrellas de Coldplay porque si pinta oscuro te doy mi corazón (apretado en bachata). Añoro una parranda con Kakó Rodríguez (sin su banda) o con Paco Déniz (sin su escaño) y el doctor jubilado, que no retirado, de la primera línea, el mismo que entre vaso vino, garbanzas, papas fritas y el rico condumio ilustró una vez en el vivir tranquilo: “Todos los días: cinco comidas, cinco piezas de fruta y, al menos, cinco mil pasos cinco días a la semana. Y cero tabaco”.

Ánimo, salud y humor, que dice María Luisa Hodgson.

 

 

 

 

 

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