Ilustración: María Luisa Hodgson

El diario The New York Times no da puntadas sin hilo. A las dos semanas de abrir al público (septiembre de 2014) su web de cocina, Cooking, ya tenía más de un millón de usuarios únicos (en la actualidad supera los diez). Empezó como producto gratuito y hoy incorpora el pago. Cuenta con cerca de 600 000 personas suscritas, ansiosas por ponerle la guinda perfecta al pastel. El fenómeno del cocinero español José Andrés en Estados Unidos no es casual. La fiebre del sábado noche ha dado paso al hervor en la cocina y lo que se cuece en el país de la hamburguesa Kahuna acaba exportándose al resto del Planeta, gazpacho incluido. Pese a la crisis sanitaria, especialmente cruda con la hostelería, el horno sigue estando para bollos, por lo menos en el paladar de la ingente cantidad de gente a la que se le hace la boca agua ante la crítica de la sazón pura. Las papilas gustativas y las pituitarias amarillas viven su mejor momento y si no colman apetitos en mesa y mantel ajeno, lo hacen en casa doméstica o frente al huevo frito del Canal Cocina.

En Tenerife estamos bien acostumbrados y el buen comer es habitual en restaurante, guachinche y hotel con encanto. El condumio se cuida y las grandes escuderías de la cosa aprovechan cualquier impás para ponerse a tono, lanzar ofertas, escabechar burgados y asentar el tumbo. Es el caso del NUB de Andrea Bernardi y Fer Fernández que, después de cinco años en La Laguna Gran Hotel, ha dado el salto al Bahía del Duque. Fachi Zamorano ansiaba la estrella Michelin que no consiguió con Braulio Simancas. Por eso, en jugada maestra, acaba de birlársela a Miriam Ortega y a su hermano Germán. Perro no come perro pero cuando de negocios se trata no hay brindis que valga. La Compañía de las Islas Occidentales es señera y su buque insignia no podía estar por más tiempo fuera de la constelación de la guía más codiciada del firmamento Ratatouille. Y más cuando el Abama, antes de perder fuelle, afianza sus cuatro soles y tres luceros: los dos del MB de Erlantz Gorostiza (mucho garrote) y el del Kabuki del surfero David Rivero.

En estas, el Royal Hideaway Corales Resort da un golpe de efecto y ficha a los hermanos Jonathan y Juan Carlos Padrón para que lleven su estrella y dos soles hasta La Caleta de Adeje. Tras veinte años en Los Acantilados de Los Gigantes El Rincón de Juan Carlos se muda a la acera de un poco más allá, la del sazón de mercado, alegría de la huerta, alfombras de azafrán y baños calientes de bruma marina. Seducción en bandeja de plata y papas bonitas. Eso sí, la raíz del Jardín del Sol asienta fuerte y el comedor familiar se destinará para cenas exclusivas y taller de innovación, desarrollo y deconstrucción. La sombra de El Bulli.

Al suroeste del Teide se juega la mejor liga gastronómica de Canarias con permiso de Seve Díaz y algún otro. Y aunque en temporada alta de virus las vacas pastan flacas, el alisio y las vacunas traerán (Dios lo quiera) vacas gordas y, también, un horizonte despejado para el Kazan de Fran Ralea que se olvida en el Paseo Milicias de Garachico, desabrido sin sashimi. Ya no hay wasabi para el crujiente del filotemaki y kimuchi, los nigiri de mejillón picudo, boquerón y atún rojo, la tempura de almejas y el tobiko de carabinero. Aquellos batallones que derrotaron al inglés oxidan mosquetones. Santa Cruz teme perder su luminaria oriental. El aceite hirviendo del doctor Ralea se arrima, ahora, al calor de las gaviotas de la misma Caleta. La Vieja no engaña.

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