Ilustración: María Luisa Hodgson

Ponerse tetas es lo más. Es decir, aumentar la talla para lucirlas peripuestas en público o en alcoba. El caso es presumir de busto. Sacar pecho es tendencia. Solo hay que asomarse a la red social Instagram para percatarse del vacilón. Eso sí, los pezones y sus areolas mamarias no entran al trapo, no porque no quieran, sino porque la autoridad no lo considera apropiado. Con Zuckerberg hemos topado y contra su política, el hashtag #FreeTheNipple se levanta en armas. Rebeldía simbólica de feministas, porque ya me contarán que aporta a la causa enseñarlo todo. Es más, lo normal es que las féminas se pongan de los nervios cuando asoma la mínima expresión. El caso es que el pezón se ha erigido en bandera de liberación para unas cuantas. Para otras, en cambio, es una cuestión dolorosa después de sufrir una mastectomía, extirpación que no se supera con facilidad. Esta realidad la afronta la Fundación Canaria Carrera por la Vida, que preside Brigitte Gypen, a través de la Campaña Areola Solidaria. Se trata de realizar micropigmentaciones paramédicas y oncológicas en la última etapa de la reconstrucción mamaria. De esta forma, no solo se recupera el volumen del pecho sino también la areola y el pezón. Con Carrera por la Vida trabaja la especialista Fayna Pérez. Su tarea consiste en introducir una serie de pigmentos en la primera capa de la piel, procedimiento que, a diferencia del tatuaje tradicional, no supone ningún tipo de riesgo para la salud. Incluso, se puede retocar el resultado hiperrealista en función de los cambios de la anatomía. Con él, además, se consiguen disimular cicatrices provocadas por intervenciones quirúrgicas, reformar areolas asimétricas, camuflar vitíligo y reconstruir cejas afectadas por la quimioterapia. La Micropigmentación no solo concierne a la estética, sino que, a nivel psicológico, ayuda a mejorar la autoestima.

Otra cosa es el tanga y el culo, o sea, lo mismo. Campan XXL a sus anchas en Instagram. Más tendencia y dolor de cabeza para la cirugía plástica que no sabe cómo contener la orda de mujeres (y hombres) ansiosas de carnaza. Excesivo culto al cuerpo exuberante que no se corresponde con los cánones de la armonía. No obstante, vive y deja vivir. No hay que demonizar el godeo ajeno aunque se manifieste en las antípodas de este heterosexual convencido, más propenso al equilibro que al exceso.

La intervención de la cirugía o la medicina estética es recomendable y lícita cuando se orienta al saludable deseo de agradar. Corregir asimetrías, pechos caídos, aumento y reducción de pechos, liposucciones, lipomarcaciones (la codiciada tableta de chocolate), rejuvenecimiento facial (lifting)… son operaciones que, combinadas con tratamientos estéticos menos invasivos (bótox y ácido hialurónico, por ejemplo) ayudan a potenciar el amor propio. Y eso, en su justa medida, está bien. Gusta gustar en el mundo real y también en el digital: el uso del editor de fotografías Adobe Photoshop es práctica habitual y aconsejable en el diseño editorial. Es más, en ocasiones las celebridades lo exigen por contrato.

No hay duda de que el envoltorio tiene cada vez más peso en detrimento del interior. En la mesura está la virtud y alejarnos de ella supone adentrarnos en la frágil frivolidad. Moda, presiones externas, facilidades de pago… allanan un camino que conviene no banalizar, en especial durante la adolescencia. Al respecto, el cirujano plástico tinerfeño Juan Aguiar, protagonista de la portada de la próxima revista Fama, que publicará este periódico el domingo 21 de marzo, sentencia sin rodeos: “La cirugía plástica no es ir a la peluquería”.

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