Ilustración: María Luisa Hodgson

Canarias es el único territorio nacional expuesto a riesgo volcánico. Lógico que de vez en cuando sus entrañas rujan como la marabunta. La última erupción acaeció hace diez años en El Hierro tras la desaparición de Pancho, el mero grandote y noble aquel. Entonces, la Isla del Meridiano estremeció y La Restinga desalojó a su población varias veces por congoja y cordura. Parece que fue ayer. Víctor Álamo podría situar a los personajes de su próxima novela en esos meses de ardores submarinos. Seguro que de nuevo, tras El Hierro. La isla al principio, maravilloso libro en donde hilvana palabras con las fotografías de Alexis W, tiene entre manos algún relato. El escritor, que ejerció el periodismo y es articulista en la revista Fama y profe con mascarilla, no para ni un segundo de darle a la tecla.

El Hierro fue noticia. Los volcanes, cuando no se desmadran, tienen su morbo y estética. Será el fuego y los arroyos encendidos. La incandescencia embauca y la comunidad científica nuestra (antes, Juan Carlos Carracedo y, en la actualidad, Nemesio Pérez y David Calvo) asienta juicios y sosiega megatsunamis apocalípticos y cinematográficos sobre la Gran Manzana. Dios nos coja.

El ser humano, calentamiento global aparte, no dispone a la naturaleza, pero esta, puñetera, parece que juega con el tiempo. El enjambre sísmico de Cumbre Vieja en La Palma está sucediendo una década después de que el volcán Tagoro (así lo bautizaron) naciera en el Mar de las Calmas y cincuenta más tarde de la erupción del Teneguía (octubre de 1971). Ni adrede. El enviado especial del periódico La Tarde, Juan Gris, telefoneaba su crónica desde Los Llanos de Aridane a las doce del mediodía del 27 de octubre: “Veinticinco bocas presenta en estos momentos el volcán del Teneguía ‒nombre con que ha sido bautizado por las gentes‒, que desde ayer a las cuatro menos cuarto arroja lava con fuerza creciente… Grandes piedras y materiales en estado ígneo son expulsados con frecuencia y algunos alcanzan alturas superiores a quinientos metros”.

La erupción del Teneguía se produjo al intensificarse los movimientos sísmicos. La historia se repite. Ahora, once millones de metros cúbicos de magma empujan para salir desde una profundidad de siete kilómetros y subiendo, originando miles de pequeños terremotos encadenados. Estos indicios han puesto en alerta a las autoridades que, por si acaso, han incluido a los municipios de Tazacorte, Fuencaliente, Mazo, El Paso y Los Llanos en un posible plan de evacuación.

La Palma es noticia. Hasta la ministra de Ciencia e Innovación, Diana Morant, visitará la Isla antes de participar en Tenerife en la reunión del Consejo Rector del Instituto de Astrofísica de Canarias. La joven teleco pasará en un pispás de la caverna terrenal a la infinitud de las estrellas, algo así como la elipsis temporal de 2001: Odisea del espacio, la más grandiosa de la historia del séptimo arte. Chácaras frente a los timbales de Así habló Zaratustra.

El edifico volcánico más activo del Archipiélago también se agitó en 1949. El cono de San Juan perturbó a la España de Franco y a la Canarias emigrante del capitán general García-Escámez. La erupción sobrevino cuarenta años más tarde de que el Chinyero, en Tenerife, alzase la voz. Hoy en día, este paraje de Santiago del Teide fascina. En torno al volcán de 1561 metros de altitud el paisaje negrea en su campo de picón, coladas de basalto y algunos pinos aislados, escobones, bejeques y demás vegetación cercana a las laderas de Echeyde. Lindante a su reserva natural dormité una vez en caseta de campaña. Luego, al alba, remojé los bajos con el agua fría y corriente de una atarjea. Espabilé. Y sin demora, bajo el sol, caminamos candentes para acabar exhaustos en la playa de La Tejita junto a la Montaña Roja. Fragua.

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