Ilustración: María Luisa Hodgson

 

Mi nuevo amigo, Pocho, tiene una colección de más de cinco mil discos de vinilo. Es una autoridad en esto de lo analógico. Y en otras cosas, también. Es el lobo perfecto para situaciones que requieren toma de decisiones rápidas y certeras. No se le escapa una en la cuenta atrás y en la pista de baile. Sus tocatas en el Skecht y en el Atlántico se recuerdan con nostalgia. Nadie mueve la aguja como él a este lado del Pecos. Cádillac estiloso, impertérrito y seductor. La seguridad de quien lo hace bien y lo sabe. Caviar frente al pichón digital de mp3 que orgasmea en los charcos calientes del bajío. Te regalo la compresión.

David Amador, el macho alfa de la banda Ni un pelo de tonto, es otro de oído fino que maneja bien. Se ha hecho hombre entre vinilos y picús. De ahí el nombre de su restaurante (El picú) en la capital tinerfeña, mesa obligada para amantes de paellas, arroces caldosos y fideuás. El ala oeste del comedor se adorna con aparadores retro que abrigan bafles y soportan tocadiscos con platos, brazos y agujas pickup. ¡Qué bien suena la música en Imeldo Serís, 106!

Tras comprar un traje príncipe de gales en El Ganso, unas gafas de sol a lo John Lennon en Óptica Prisma y una boina retro en Pochitos tocaba enriquecer la tendencia ampliando la pírrica selección vinílica que, a veces, gira en el salón tacorontero. Desempolvo, entonces, los discos de la infancia, esos que sonaban en el JVC de Santa Cruz junto a las sirenas de los barcos y la Marquesina y Farola del Mar. Entre los pequeños, los de 45 revoluciones por minuto, florece aquel Qué pasa contigo tío de Los Golfos y el estribillo que aprendí a los diez: “Y es que me paso el día de juerga / todas las noches sin descansar / dándole al vino y a la guitarra / con las chavalas cerca del mar”. Luego, con las primaveras, el sencillo quedó en el olvido y las golferías, en la letra rumbera.

Los éxitos de 1980 asoman con Mecano (Hoy no me puedo levantar), Ana Belén (El hombre del piano), Miguel Bosé (Márchate ya) y Ricchi & Poveri (Será porque te amo). Dos años después, en la España de Naranjito, los temas que más suenan son: Qué dolor, de Raffaela Carra; Dos enamorados, de Pedro Marín; El Río, de Miguel Ríos, y Bailando, de Alaska y Los Pegamoides. Los discos avivan recuerdos, álbumes de José Luis Perales, Los Sabandeños y los Cantos Canarios de Teobaldo Power que interpreta la Orquesta Sinfónica de Tenerife dirigida por Armando Alfonso, una joya producida por Manzana. En su tienda de José Murphy, frente al Corinto, pasé algún tiempo, al igual que en la cercana Monar y en el Real Musical. Ya no existen. Tampoco el Corinto y sus apretones de Carnaval. A ver en junio…

Las bases rítmicas de Luis Cobos y las óperas de Waldo de los Ríos no faltan en el surtido, así como zarzuela (Doña Francisquita, Los gavilanes…) y varias sinfonías de Beethoven. Crecí con el director Herbert von Karajan y la tercera (Heroica), la quinta (Destino), la sexta (Pastoral) y la novena (Coral). Además del compositor alemán detona Mozart y las Sinfonías de Salzburgo. Solo echo de menos a Bach para completar a los tres grandes compositores de la historia de la música clásica. Lo tengo en cedé y en YouTube, pero no es lo mismo. Coros de Verdi (La traviata, Nabucco, Aida, El trovador…), la Sinfonía nº 9 del Nuevo Mundo de Dvořák, la Suite española de Albéniz y el maravilloso Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo surcan igualmente.

El vinilo ha vuelto con fundamento a mi casa.

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