Ni la Virgen de Candelaria ni el Teide. Lo mejor de Tenerife son los guachinches. Y si no tienen rótulo, mejor. Y si están donde el Diablo perdió los calzones, todavía mejor. Y si nada más sentarte te ponen un plato chochos sin preguntar, es la pera repera. En invierno estos salones se pierden en el brumerío. En verano, solajero, recolección de papas y trabajo para que la pibada colorada se compre un caballo. En Santa Cruz la pibada espabilada se compra un coche y tal. Y el caballo, si tercia, en La Atalaya o picadero.
Las casas de comida del profundo no son motivo de pleito insular. Nivaria gana por goleada. En el canarión lo saben. No hay debate. Compensan, eso sí, con la Unión Deportiva y la cantera. En fútbol no hay discusión salvo cuando Javier Pérez. No obstante, aquello fue gol de un día. Ya quisiera Paulino Rivero.
En cuestión de fiestas las romerías son hijas de Echeyde, si bien no hay nada, monada, como la rama en Agaete y el charco en La Aldea. Eso dicen en el canarión, tierra de mujeres guapas: Ariadna Artiles, Kira Miró o mi amiga Ana Betancor. En Agaete, además, ellas son un primor: bellezones morenos, ojos azules o verdes y manos calientes que te funden después de unos berberechos con papas fritas en El Perola. Y manises y vaso ron. Aunque si de carnavales hablamos, no se me vengan arriba con el mogollón. Solo tienen drag.
El sancocho en Gran Canaria es pescado salado en tierra de menceyes. Y el chorizo de Teror es chorizo perro. Y roscas y cotufas, playeras y tenis, pulóver y jersey, asadero y chuletada, portabultos y maletero. Y Tropicá y Dorada, Las Canteras y Las Teresitas, Alfredo Kraus y Adán Martín, ULPGC y La Laguna. Y metroguagua (ja, ja, ja) y tranvía. Y Santa Catalina (maravilloso) y Mencey (te lo regalo). Delegada y subdelegada. Y las dos, ensalitradas. Y el Parlamento, en Teobaldo Power.
Un queso al año y todos los días queso sin membrillo, pero queso canarión (y palmero, herreño y de Maxorata). Las queserías de Arico y Benijos ya no son lo que eran. Mala gestión. Ahora las cabras no son rentables. Se sacrifican en el Matadero o acaban en el caldero de Efidencia, donde Berto y Rosi, en los altos de La Orotava, cerca de Palo Blanco, La Ferruja y Las Llanadas en Los Realejos. Y de una gasolinera Repsol pa los postres y tardeo: milhojas, corneto y cortados bautizados.
En el guachinche Perico del Valle (¡qué ricas las garbanzas, judías compuestas, carne fiesta y ensalada con sardinas!) solo falta el tenderete. Algún día caerá. A la sombra del Nublo también rasga el timple. Entonaron Los Guanijay y entonan Cuasquías y Mestisay con Olga Cerpa: «Agüita, agüita, que la rama está sequita. Agüita, agüita, que ya está bailando el sol. Agüita, agüita, que las penas se me quitan. Agüita, agüita, y me alegra el corazón».
Romería de San Benito. Bueyes (y sus bostas) y yuntas que tiran de carretas engalanadas con flores y frutas. Cerveza, vino en garrafón y condumio. Magas y magos bajo el Sol con seguidillas, isas, malagueñas, alguna polka y folías. Luego, muchachas y lampiños sin manta esperancera bajo la Luna: reguetón, biruji y arrorró. La Laguna, ciudad parrandera, episcopal (miserere nobis) y universitaria de libros, calles mojadas, bombachos y capas de tuna. Cuántas rondas, galanteos y besos guardas en el sereno de la Mesa Mota y en tus verodes entejados. Cuántas veces, amor mío, entre Herradores y La Carrera. En la Ciudad de los Adelantados, en el Benjamín y en el 7 Islas, se reunía lo más granado del canarión.