
Ilustración: María Luisa Hodgson
Qué más da si fue piquito, besito, consentido, no consentido, si rio, lloró, fue una acción reprobable o delito. Lo único que interesa es sentarse en la primera fila del gran teatro del mundo para recrearse en la dramática ajena. El auto sacramental de Calderón de la Barca está más presente que nunca. Aunque ahora la trascendencia resbala. Ahora el ombligo es lo must. El cordón umbilical serpentea entre los deshechos de un barroco espacio escénico rebosante de bufonadas y miserias. Pasen y vean. Ja, ja, ja… Irresistible placenta de pasiones: Jenni Hermoso, tatuada y lesbiana; Luis Rubiales, macho irredento; José Manuel Clemente, calentón juez mediático… Taquilla garantizada.
Daniela Caracas y Mapi León protagonizan otro esperpento con cotufas. La jugadora colombiana ofendida, mancillada. Paren la rotativa. Si Valderrama y Míchel levantasen la cabeza. Lo suyo fue hace treinta y cuatro años y tuvo su gracia. Hoy esto se va de madre. Las partes íntimas lubrifican el escándalo. ¡A la hoguera! La platea saliva con el espectáculo de las gladiadoras.
Mientras, Karla Sofía Gascón llora en el destierro de su desgracia. Los flashes que la encumbraron no tardan en enterrarla despierta. Cuando asoma la adversidad las hienas son implacables. Esclava de sus palabras, toca pagar el pato. Pasen y vean al hombre sin manos del circo. Me quiero morir. ¡Ay! Mi niña. Qué frágil e insidioso es el éxito (Eva al desnudo) y qué duro el linchamiento sin un Atticus Finch que ponga cordura.
La sangre, a veces, salpica por accidente. No se busca derrapar en la curva, caer por la pendiente. Pasar por ahí en la hora y fecha equivocada marca la piel, identifica la desgracia, arranca lágrimas. Después, la angustia de madrugada enfría el alma, aumenta el vértigo, hiela el sudor. El cuerpo se estremece en el colchón y espera paciente al amanecer para que la punción seca elimine el dolor. Bendita aguja sanadora contra misiles inclementes impulsados por dedos propicios, desorbitados, tristes en mitad de la cavidad oscura. Solo la delgada puntiaguda por el día calma la noche. Hasta mañana.
En otras ocasiones es el ser humano que se exhibe y arde adrede en hogueras de iniquidad. Es el precio de la exposición pública en moquetas digitales. Vivir en carne viva fuera de la casa, del automóvil, del templo… ¡Cómo atrae la alfombra roja! Peinado, escote, mirada, espalda, la pierna… La perfección del talle, los andares del alfabeto… Mirar y que te miren. Sentirse observado hasta el tuétano en proyección isométrica. Manzanas, peras, melocotones en almíbar… Fruta envuelta sin poesía. Rancio erotismo de esquina de tres al cuarto. Cuerpos y mercadeo. Dinero que viene y va. El rapero y la arquitecta paralizan la música que corre por las venas. Canibalizan la 67 edición de los Premios Grammy. Kanye West y Bianca Censori acaparan los focos y revolucionan las redes sociales. La malla transparente descubre las curvas del Universo, el morbo lampiño. Las uñas pasan desapercibidas. No hay tiempo para la sopa de letras y el jeroglífico de sobremesa.
Y luego las ministras embriagadas. Pilar Alegría y Yolanda Díaz escenifican la cultura de la mentira. Cazadoras cazadas en la engañifa. La política encarama al sainete. Las princesas de Maquiavelo intentan en vano el disimulo. Tanto va el cántaro que ya no creemos. Reímos por no llorar. Apesebrado patio de butacas que aplaude el traje nuevo del emperador. Arriba la sátira, el disfraz, el atrezo, el maquillaje, las bambalinas que ocultan la verdad de la caverna. Amores indecentes, lujuriosos, heridos… Trágico guion sobre el escenario. El haz de luz orina en callejones sombríos, arrugados. No hay glamur en la (mucha) mierda.