
Ilustración: María Luisa Hodgson
No sé si cayeron lágrimas. Y si cayeron no sé si regaron las butacas del cine aquel de Puerto Madero en Buenos Aires y, con el paso de los años, las del Lyceum de Londres. No sé si las lágrimas desbordaron la platea y desembocaron en la sabana entre las pezuñas de ñus descontrolados y divinos troncos de baobabs. No lo sé. El ciclo de la vida quiebra, perturba el desfile de hienas uniformadas y el llanto en medio del silencio. La sombra de la luz de la luna eriza la piel, abre los poros de la piel, esconde la piel a caricias y abrazos. Maldito Scar y su estampa. Endiablada basura que maltrata la voz blanca del pequeño sol. ¡Taka!
Al principio la canción de Mike Oldfield marcaba el horizonte. En EGB no había nada más allá. No existía nada más lejano que lo más próximo. Los problemas eran minucias que explotaban con la bomba del chicle Bang Bang. Con Timón y Pumba es fácil soñar, no hay angustia ni dolor que fracture la piedra. Qué pena la infancia robada, qué desdicha la adultez resentida.
A estas alturas del relato queda pendiente estremecerse frente a Hans Zimmer, cerca del negro que nació en Soweto, hizo lo que pudo en Los Ángeles y hoy brilla en todo el Mundo con dientes blancos bajo flashes conmovedores y una flauta mágica. Mi reino por cinco minutos con Lebo M. y The circle of life. Cuando el zulú nos acerca al gran legado de la convivencia, cuando temblar es gozo absoluto, cuando llorar es regalo y bienestar, cuando la prosa es épica, cuando desearíamos que no terminase nunca… Cuando te olvidas de respirar.
Los ojos henchidos de sangre también fueron. En 1994 cerca del setenta por ciento de la población tutsi fue asesinada: más de ochocientas mil personas. Muerte. Muerte. Muerte. Tres décadas después del genocidio de Ruanda, de manos de sangre, cunetas, muñones y atrocidades, suena alto Jerusalema: génesis para el apocalipsis. Jerusalén como Dios Madre que está en el Cielo. Regazo que sostiene, enciende bengalas apacibles de felicidad, protege y cubre de tersura las arrugas del tiempo. Trascendencia aplastada por prepotentes columnas de palabras hediondas que erosionan la paz. Chulesco antropocentrismo. Frágiles árboles altos que adelantan por la izquierda y la derecha en inacabables pasillos de guapura y abismo.
Bailamos todo el día, incansables, con Nomcebo Zikode y el dj Master KG. “Jerusalema ikhaya lami / ngilondoloze / Uhambe nami / Zungangishiyi lana” (Jerusalén es mi hogar / Sálvame / Camina conmigo / No me dejes aquí). De nuevo la lengua zulú, que escapó de la segregación del Apartheid, mueve a la humanidad y recupera al recluso Mandela durante dieciocho primaveras taciturnas, envuelto en la noche más negra y dándole gracias al dios que fuere por su alma incontestable (Invictus). Maternidad, teta y niñez.
Y primeros pasos, tiempo ha, hacia el hechizo del Continente que hoy en día evacúa seres humanos por el sumidero de concertinas y marejadas sin ron. En el Centro Atlántico de Arte Moderno (Gran Canaria) y junto a la amorosa Lady de Chirino (Tenerife), África exhibió muestras de su arte contemporáneo. Descaro, altares, polifonías… que continuaron más tarde en las creaciones de la diseñadora Lucía de Su, gracias a la utilización de tejidos ancestrales (kanga, manjak o sabra) provenientes de Kenia y Marruecos, y de la pintora Clío Morarte, cautivadora popera que siempre transmite, incansable, infinitos colores sandungueros que masticó en Sudáfrica. A veces, con el descaro del vitíligo.
Que la reina del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife, Elizabeth Ledesma, ilumine la fiesta. Hasta el amanecer.