
Ilustración: María Luisa Hodgson
Cuatro preguntas de amor marcan el inicio del concierto. Quince mil almas abrigan a Maná junto al puerto de Santa Cruz de Tenerife. Hoy queremos más que siempre, de los pies a la cabeza, a la banda más cabrona. Parece que fue ayer la última vez. El tiempo no pasa para estos hijos de México (¡viva!) empeñados en cantarle a corazones espinados mientras te mueves apretado a las cuerdas de la eléctrica. Difícil zafarse. Los minutos se alargan. No es necesario una señal entre la delgada llovizna que refresca el tequila, las caricias y el cañón tigre callado en el castillo de San Cristóbal. Quién quiere libertad cuando estos hijos de la gran chingada brindan con una michelada. ¡Salud, Tenerife! Y no te inquietes, Fher, en ínsula no somos mariposas traicioneras que vuelan de flor en flor. O por lo menos esta noche. Créelo. Y si no, todo se lo lleva el viento. Jamás te diremos que no, mi güey. Con el pan enviado vamos hasta el fin del Mundo.
Bob Marley y su Get Up, Stand Up suena lindo, suave, en el Atlántico. Álex, el Animal, marca la percusión tras la calavera impresa en el bombo. Un poquito de reggee. ¡Y a la mierda las redes sociales!”. No le importa lo que piensen de él. “¡Y a la mierda la gente hipócrita!”. Hablen lo que quieran, murmuren lo que quieran… Al batería gringo, con sangre colombiana y cubana, le vale todo. La mixtura de los mojitos en Miami, la capital de América latina, conquista cualquier entraña. “Es mi vida y yo soy así”.
Imposible vivir extraviado en brazos de Dios. Imposible currárselo con el reguetón. ¡Qué fácil! ¡Qué pobre todo! ¡Cuánta miseria si no hay bendición! ¡Qué difícil volar con las alas rotas! De ningún modo te vayas, mamá. Eres mi religión y esta canción va por ti. Gloria hasta la muerte.
Cuenta el abuelo que de niño jugó. Ahora la Tierra está a punto de partirse en dos. De repente, aquí, se agrietan los emisarios submarinos. Lloremos como lloró el poeta en Puerto Vallarta con tres cervezas. ¿Dónde diablos jugará mañana la infancia? ¿Dónde caminarán los elefantes? Ya se ha roto el llanto gris. El solista retiene las estrellas y, por momentos, quienes aguantamos la Luna sentimos ilusorio vivir sin aire, calmar la aflicción. Pero no se puede, al igual que un pez no puede nadar sin agua. Cómo quisiéramos que no parase la armónica. Nos encantaría.
Bendito el lugar, bendita la presencia de Juan Calleros, Álex González, Fher Olvera y Sergio Vallín. Bendita la luz de sus miradas y bendita la Farola del Mar que se cuela en el camino. ¡Qué bonito! Bendito el reloj y benditos los besos cerca de la orilla con el repique del bongó y el punteo de la guitarra.
Silencio. En el muelle de San Blas.
No hay desesperación. Fácil llegar al espíritu de los incansables trovadores. Rayando el sol resuena en la pista de Anocheza. Iluminar el crepúsculo es más fácil que llegar al interior de tantas miserias. Como perros fieles en la piel de palabras compartidas cerramos los ojos y abrimos los labios. Añazo descubre la bahía a los colibrís que bajan del Cielo. Luciérnagas. No hay engaño en el embrujo. La seducción, oh, amor, relampaguea en los charcos y en las cumbres de Anaga. Aquí nos tienes. Nivaria canta sin medida.
¡Oye! No nos rajamos. Abrimos todavía más las vísceras sin temor a ahogarnos. Con las extremidades clavadas bebemos del manjar milagroso. Soltamos las penas, maldita, con el esqueleto herido y embriagado. No me rescates nunca de este bar.
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