Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de La Laguna.

Parece que elegí una de las profesiones peor valoradas de España: el Periodismo. Así lo revela el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas. Aunque (consuelo de tontos), el honor del farolillo rojo es para la carrera militar, opción a la que, confieso, opté con dieciocho años tras presentarme y suspender la correspondiente oposición en Zaragoza.

Está claro que las estrellas no eran para uno, como tampoco está claro, y ahí está el problema, el ejercicio del Periodismo. La falta de normativa y doctrina jurisprudencial maltrata al periodista licenciado que asiste, impotente, a una libre contratación por parte de empresarios que no requieren el título pertinente para poder ejercer. Todo esto conlleva, por lo general, a su descrédito. Hoy, cualquiera, se apropia de esta credencial con tal de tener un micrófono entre las manos, manejar un gabinete de prensa o firmar dos artículos. Nos encontramos, entonces, con comunicadores, colaboradores de o ayudantes de, pero no con periodistas, que es algo, o debería serlo, mucho más serio. Después, como se dice habitualmente, habrá buenos y malos profesionales, pero eso es harina de otro costal…

Y siguiendo con el estudio sociológico, vemos, por el contrario, que las profesiones mejor situadas son las de médico, enfermero, profesor y arquitecto, ocupaciones bien reguladas y que no dejan mínimo resquicio al intrusismo. Esto, lógicamente, se traduce en mejores condiciones laborales y en una mayor exigencia a la hora de ejercer.

En estas islas, hace algún tiempo que la Unión de Profesionales de la Comunicación defiende a los trabajadores del gremio. Félix Díaz y demás compañeros trabajan bien pero no es suficiente y, además, su guerra es otra.

El año pasado, a iniciativa de la Fundación Víctor Zurita Soler, Eliseo Izquierdo, Eduardo García Rojas, el propio Félix y el que esto escribe, filosofamos sobre estas cuestiones en la Librería del Cabildo. Estuvo bien, pero éramos pocos y no hubo consenso… Mientras, María, de mayor, quiere ser arquitecta…

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