José Luis Gil y Paola Bontempi, protagonistas de «El contratiempo».

Cortometraje «El contratiempo»

Las veladas cinematográficas tienen un no sé qué, aunque, como fue el caso, no vistan alfombra roja. Hasta ahora los estrenos de David Canovas se habían organizado en el cine Víctor de la capital tinerfeña, con el también esperado introito de su inseparable José Amaro Carrillo.

En esta ocasión, lógico, tras la defenestración de la apreciada sala de la plaza de La Paz (la última que nos quedaba), la premier tuvo lugar en los multicines Renoir, antes Price. Pero no estuvo solo, le acompañaron seis correligionarios en esto del séptimo arte: Aarón Melián, Pau Camarasa, David Delgado, Mateo Gil, Patrick Bencomo y María Eugenia Arteaga. Se llenaron dos salas y no atiné a acertar con Carrillo. Su intervención fue en la dos y nosotros nos acomodamos en la una. Quizá la próxima…

Todas las pelis arrancaron aplausos de cortesía, aunque, la verdad, sólo dos concitaron sinceros reconocimientos: “El contratiempo” de Cánovas y “Dime que yo” de Mateo Gil. Estos dos avezados guionistas (en especial, el teldense Gil), ex  compañeros de estudio del célebre Alejandro Amenábar, evidenciaron la importancia del guión en la creación del buen cine. Sus cortos, también de cuidada realización, confirmaron la expectación que habían levantado.

Los nombres no defraudaron, al tiempo que el programa para la promoción del cortometraje canario promovido por “Canarias Cultura en Red” justificó a duras penas las subvenciones impartidas: dos (tal vez tres, con “ante tus ojos” de Melián) de un total de siete cortometrajes producidos, uno de ellos de presupuesto desmesurado (“Negritud”) y patético resultado; otro, teñido de patochada surrealista (“Sueño fronterizo”); un tercero (“Algo que aprender”), porno-cutre; y “Ona”, un producto audiovisual meramente estético que al revés se lee “ano”.

 

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