Los años de universidad fueron intensos. Especialmente los vividos durante el mandato de Marisa Tejedor. El activismo en la Asociación Canaria de Estudiantes junto a Antonio Casanova, Abraham Trujillo, José Joaquín Ayala, José Antonio Morales… fue también una escuela que complementó a las aulas, al tiempo que el incipiente ejercicio del periodismo en el suplemento Paraninfo Universitario de Diario de Avisos, que se ejerció con el desparpajo y rebeldía propio de la edad, contribuyó a conocer por dentro los entresijos del centro superior de enseñanza.
Las andanzas por el Rectorado se intercalaban con las visitas a los vicerrectorados de Extensión Universitaria y Alumnado, en la calle Viana, con cuyos titulares, Antonio Álvarez de la Rosa y José Luis García Pérez, departía a menudo, especialmente con este último, con quien llegué a forjar una cierta amistad. Catedrático de Filología Inglesa y docente en la Escuela de Empresariales, José Luis cultivó una más que interesante línea de investigación sobre la presencia inglesa en las Islas, de la que salieron varios libros: “Elizabeth Murray, un nombre en el siglo XIX” o “Viajeros ingleses en las Islas Canarias durante el siglo XIX”, los cuales conservo autografiados.
Hombre afable y cercano, sufrió hace algunos años una grave lesión cerebral que casi acaba con su vida y que, lamentablemente, cercenó su actividad social e intelectual. En la actualidad reside en el Centro Sociosanitario de La Guancha y por esas casualidades que brinda el destino me crucé no hace muchos días en su paseo vespertino de movimientos cortos y acelerados. Le hablé durante unos minutos mientras me miraba y sonreía. Por un momento, la universidad pareció revolotear de nuevo entre nosotros, pero más bien fue un espejismo. La enfermera se llevó al profesor… Esa noche, al llegar a casa, releí una de sus dedicatorias: “Con mi amistad de siempre…”, 22 de noviembre de 1991. El corazón dio un vuelco y nuestros ojos, en la distancia, volvieron a cruzarse…