Wismichu

El periodista Pedro Simón destapaba el tarro de las esencias del youtuber Elrubius hace unas semanas, consciente de que entrevistaba a un auténtico fenómeno de la comunicación de masas con cerca de 17 millones de acólitos. Pero la cosa no le gustó al muchacho y repelió la ofensa con el vídeo “Cansado de la prensa” que, en la actualidad, tiene más de siete millones y medio de visualizaciones. Artillería pesada contra la escopeta de la revista Papel. Pues algo parecido ha sucedido estos días a propósito de un tal Wismichu (otro próspero y afamado youtuber) tras su participación en el reciente Festival Tecnológica Santa Cruz. Y es que a raíz del espectáculo “Hay un Wismichu en mí”, un par de señoras de por aquí se han rasgado las vestiduras y algunos medios de por aquí han sacado las cosas de quicio con algún que otro titular sensacionalista: “Wismichu ‘despierta’ la indignación de los padres chicharreros”. ¡Chúpate esa! Y claro. Ni a Fernando VII se lo ponían tan fácil. El desafuero efectista que se dispara con tirachinas, ocasiona el contraataque del vídeo viral de impacto masivo: “Harto de los medios, harto de acusaciones y harto de mentiras”.

Coincido con mi colega el profesor David Fuentefría, cuando afirma que el fenómeno Youtuber “ejemplifica a la perfección las consecuencias de todo el relativismo cultural que venimos sembrando desde hace más de treinta años”. Todo o casi todo cambia. Todo o casi todo vale. Y si, como estas asombradas y bienintencionadas mujeres, no estamos al tanto de lo que se cuece en la calle y en las redes sociales, es que vamos por la vida con el lirio en la mano. Y si, además, los medios tradicionales dan pábulo, mal vamos. Y los youtubers se cabrean. Con razón. Y tienen las de ganar.

El mundo youtuber es variopinto y diverso. Sus fieles seguidores en un mercado creciente se organizan, lógico, por edades y gustos. Huyen de lo de siempre. De la oferta aburrida y cansina de los mass media. Algo habremos hecho mal los periodistas, los empresarios de la industria informativa. Autocrítica. Y en la Universidad de La Laguna, que ayer viernes cumplió 224 años, analizamos a estos sagaces comunicadores del Tercer Milenio e intentamos descubrir las claves y miserias de su éxito. Renovarse o morir. Al tiempo, como padre, hablo con mi hijo Álvaro de 13 años que está muy puesto y me dice, muy serio, que Wismichu es vulgar. Y me quedo tranquilo pero con un ojo abierto por si acaso. No voy, como las dos madres del Guimerá, con el lirio.

Y los políticos, entonces, se acojonan (mundo chico, infierno grande). Y el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife anuncia que trasladará a la Fiscalía de Menores el show de la discordia para que sea la Administración de Justicia la que determine si hubo elemento constitutivo de delito. ¡Qué la Fiscalía se agarre los machos!

Tecnológica Santa Cruz fue un éxito y su programación se ajustó a lo que se demanda en un evento de estas características, incluida la función irreverente del gallego Ismael Prego, alias Wismichu. Lo demás es no navegar por Internet, es no ir al concurso de murgas, es no estar al tanto de las paridas que le interesan a los jóvenes y menos jóvenes. O sea, es vivir en los mundos de Yupi.

 

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