Mola terminar el año reflexionando sobre el conflicto, la cultura, el desaliento… Sobre la sociedad, en definitiva, que nos toca vivir y que se apresta a lo mismo. Parece. Y estimula que estas cavilaciones se acometan entre personas más jóvenes que uno, lo cual, por otra parte, da a pie a que me reafirme, más o menos, en mi percepción generalista de que andan un tanto despistados por el mundo, como sus padres. Y coincido, por ejemplo, con el vídeo ese que ha colgado estos días en Internet el profesor Pablo Poó Gallardo, en el que, sin medias tintas, pone en su sitio, claro, clarito, al estudiantado indolente. Que es mucho en Secundaria, Bachiller, Formación Profesional y Universidad.
Nos reunimos en la tronja del restaurante Delicieux de la calle La Noria, que desconocía, pues en esta ociosa vía santacrucera solo paso por el Bulan de Carlos Quintero. El doctor Iván López Casanova, autor de dos libros tremendamente útiles (Pensadoras del siglo XX. Una filosofía de esperanza para el siglo XXI y El sillón de pensar. Problemas culturales, soluciones culturales), presenta el cinefórum. La peli es de Gracia Querejeta. La última suya (Felices 140), rodada en Tenerife, no tuvo el éxito esperado. Ahora, en cambio, vamos a ver Héctor, premiada en 2004 como mejor película en el Festival de cine español de Málaga, con una magnífica Adriana Ozores, que se llevó el reconocimiento a mejor actriz. Además, en la producción participa la crispada Tele Canaria de Santi Negrín y Fernando Clavijo, antes de Willy y Paulino. Y siempre de Eloísa González, a quien volveremos a ver el día 31 embutida en un sugerente vestido de fiesta. Y dos carretas… Y a Cristina Pedroche, en otro canal, también. Banalidades.
Y el largometraje no defrauda. Place desde el principio. Además, Pedro Guerra (hacía tiempo que no le escuchaba) apresa con sus versos cantados: “Tienen miedo del amor y no saben amar / tienen miedo de la sombra y miedo de la luz / tienen miedo de pedir y miedo de callar / miedo que da miedo del miedo que da”. Es la construcción moral que se erige en el entorno cómodo. Es la vida real que se presenta gaseosa y tremendamente existencial. El imperio de lo efímero, que describe el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky, los tiempos líquidos de Zygmunt Bauman o la civilización del espectáculo en la que también ha caído, sin querer, Mario Vargas Llosa.
Después viene el debate. ¿Recuerdan La Clave de José Luis Balbín? Pues eso, pero más prosaico. Sin las ínfulas del maquillaje de un plató de televisión. Se analizan los personajes y las secuencias se rebobinan. Se exponen ideas, se contrastan pareceres y llegamos, entre otros desenlaces, a la paradoja noruega de la igualdad. Es lo que tienen estas cosas del querer. Fundido a blanco.
La biografía de Héctor es dura, alejada de las realidades de la gran mayoría de los adolescentes y más mayorcitos que pierden la cabeza por la trasera del Auditorio Adán Martín de Calatrava. La fiesta promete con Glowing in the Dark, Stanton Warriors, Lady Bee, Freestylers, Roger S. Morgan, Mighty Fools y Groodboy. ¡Uff! Me pilla lejos. Soy más de Aerosmith, aunque tampoco. Es la moda lo que prima y marca tendencia. Es la frivolidad de los políticos del Parlamento canario y demás colegas de hemiciclos. Es la primacía de la carencia. Es lo que hay. Fundido a negro. ¡Feliz 2017! Y después… un abrazo (siempre llega) que nos arranque de la maldita soledad.