Antonio Alarcó

Es noticia que España ha revalidado por vigésimo cuarto año consecutivo su liderazgo mundial en trasplantes, con una tasa de 43,4 donantes por millón de población (pmp). Además, ha superado de nuevo los cien trasplantes pmp, con lo que los hispanos son los terrícolas con más posibilidades de acceder a una operación de estas características. Son números que nos llenan de satisfacción y sacan a la palestra la solidaridad de la sociedad nuestra, caracterizada también (paradoja) por los enfrentamientos ideológicos que separan, empobrecen y agotan al personal. Cerrazones de cortas miras de la derechona y del rojerío, que ahora se revuelven en populismos de uno y otro bando. Y no es cuestión. En el centro, en la humildad, en la tolerancia está la virtud. Lo demás son fanatismos que se parodian a sí mismos. Supongo. Por eso, en medio del actual panorama de inveterada confrontación maniquea, se agradece la pujanza hermosa y vital que regala órganos: riñones, hígados, corazones, pulmones, páncreas e intestinos.

Al frente de esta gozosa realidad se sitúa el sistema sanitario español, uno de los mejor valorados del orbe civilizado pese a las no pocas críticas que recibe. Es el caso, por ejemplo, de los recortes económicos que se traducen en cierres de camas, de quirófanos… y en el inevitable incremento de las listas de espera. La dimisión reciente del equipo directivo del Hospital Universitario de Canarias es una muestra más de la cierta tensión que se palpa, justificada por el ya exdirector gerente, Eduardo de Bonis, por la “insuficiencia presupuestaria para atender de forma adecuada las necesidades asistenciales”. Sin embargo, detrás de la renuncia se intuye una demostración de lealtad hacia el amigo socialista Jesús Morera, cesado al frente de la Consejería de Sanidad del Ejecutivo canario tras la ruptura del pacto de gobierno con Coalición Canaria. Ahora veremos cómo se las gasta el nuevo consejero José Manuel Baltar, cuestionado, asimismo, por su vinculación a la Alianza de la Sanidad Privada Española y a la Asociación de Clínicas Privadas de Las Palmas. La papa caliente de los más de treinta mil canarios que aguardan, en la actualidad, a ser intervenidos no es cuestión baladí. Y milagros, los justos, como bien dice el presidente del Colegio de Médicos, Rodrigo Martín.

No obstante, la crisis del HUC tiene explicación para Antonio Alarcó: no es tanto una cuestión económica sino de gestión ineficaz. Habla claro, como siempre, el senador popular, que de salud entiende un rato. Es más, saca pecho ante el hospital que le roba el alma, elegido este último año como el mejor de las Islas. Y la posición de prevalencia se justifica, entre otros muchos méritos, por su eficaz programa de trasplantes. Precisamente, en el mes de julio alcanzó los cien trasplantes de páncreas, hito que debemos al doctor Alarcó y a su plantel de colaboradores, pues fue él quien introdujo esta técnica en el Archipiélago en 2002.

Ferviente avalista de la excelencia de la sanidad pública, el cirujano Alarcó es un valor a cuidar. Brillante en su actividad profesional, no escatima esfuerzos en servir a la comunidad, labor que inició como vicerrector en la Universidad de La Laguna y luego, desde la política activa, en el Partido Popular. Y ahí sigue con sus afanes, bríos y presencia mediática, herencia de su paso por la Pirámide de Guajara. No hay quien le pare.

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