José Murphy domina desde sus tres metros de altura la plaza de San Francisco. El que fuera diputado en Cortes señorea en bronce este espacio de la capital tinerfeña caracterizado por casonas históricas entre medianeras, centenarios ficus de raíces aéreas y terrazas de nueva cocina y gin-tonic. En su entorno también respiran los bustos del periodista y político Patricio Estévanez y del sacerdote Santiago Beyro, ilustres de esta ciudad de contrastes (festejera y mortecina) que no acaba de estar en lo que hay que estar; y con plataforma promamotreto avalada por los exalcaldes Pedro Doblado, Manuel Hermoso y José Emilio García Gómez, frente al primer edil Bermúdez, excesivamente pusilánime con una sentencia que el presidente de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife, Joaquín Astor Landete, eleva a palabra de Dios en el seno de una sociedad en donde la Justicia pierde creyentes a manos llenas, al tiempo que crucifica sin rubor al imputado. En este patio se agradece, luego, el tino y prudencia de Fernando Clavijo al pedir respeto a la presunción de inocencia de los futboleros Juan Padrón y Ramón Hernández Boussou, aunque, por otro lado, se entiende el notable hartazgo del vulgo.
Sucede que en tierra de guanches somos especialmente papistas o pollabobas, lo que no acontece en dominio de guanartemes. Enfrente hacen piña en patria chica. Al canarión lo que es del canarión. Y la Biblioteca Pública del Estado no la muevas de la Avenida Marítima se ponga como se ponga el Tribunal Supremo. Y ahí sigue, desafiante. Debe ser la genética.
Me cuentan en Aguere (de muy buena tinta) que por las venas del canariote corre sangre negroide y esto, si a resistencia se refiere, es una ventaja. Son, sin duda, los genes: incansables, combativos… Por eso, añade la docta fuente, el hijo del Nublo es el mejor dotado de Canarias. Apunte fisiológico al canto que deja claro que el tamaño sí importa. Mientras, en Nivaria, sacamos pecho con el recordado cartero de Tacoronte y otros distintivos que satisfacen más el espíritu que la líbido. Es, por ejemplo, el amor por la creación que, desde siempre (temporadas más temporadas menos) ha tenido en el Círculo de Bellas Artes un refugio contemporáneo. Su presidente, Pepe Valladares, cogió en 2016 el desbordante testigo de Dulce Xerach Pérez y, lejos de aminorar el tránsito, ha impulsado su presencia levantisca en nuestro acaecer cultural.
El diseñador, autor de las identidades gráficas del Auditorio de Tenerife Adán Martín, Titsa, el Corazón de Santa Cruz o el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música, no se harta de explorar y estrujar ideas. Su atisbo de más de cuarenta años de experiencia profesional va siempre más allá. Cuestión de concepto y análisis. No solo es la forma. El fondo en su portafolio cobra especial sentido.
Y sumido en sus inferencias y en las siglas de las BB.AA. se apunta, junto a la Sociedad de Desarrollo de Alfonso Cabello, a que el ecosistema urbano del santo de Asís sea un centro estival de arte y restauración, un programa que ofrecerá exposiciones de pintura, dibujo y escultura, así como, una vez al mes, música en vivo de los alumnos del Conservatorio y la Escuela municipal de Música.
El cóctel entre adoquines y antiguos juzgados que satisface a empresarios (Daniel Farías, Luis Lerín…) y clientes sabe bien. Valladares de estas cosas de marketing entiende. Y que no toquen las agallas… Al nuevo Caracol de Eloy González, junto al Castillo Negro, ya le están haciendo la vida imposible. Habrá que derribarlo…