Ilustración: María Luisa Hodgson

El 83 por ciento de los 11 245 presentados a ganar alguna de las 1160 plazas que se ofertaron a finales de junio para acceder a los cuerpos de profesores de Enseñanza Secundaria, escuelas oficiales de idiomas y Formación Profesional en Canarias, no sacó ni un mísero cinco en la calificación final. Y de estos, 3635 no superaron el uno. Sin embargo, no juzguemos a la ligera. Los del cero coma no son unos tornillos integrales. Simplemente, eran estresados interinos que probaron fortuna (sin éxito) por si les caía del cielo alguno de los pocos temas estudiados o novatos que se personaron en el examen con el único objetivo de entrar en las listas de sustitución. En cuanto a los cinco mil y pico restantes, suspendieron sin más porque no clavaron el contenido, por nervios o vete tú a saber el motivo. De todas formas, un amigo del que me fío, nombrado para ocupar plaza en uno de los tribunales convocados al efecto, destacaba hace unas semanas el bajo nivel que, en general, han mostrado los opositores. No extraña considerando que en la Pública se regalan notas para abrillantar las maltrechas estadísticas de la Consejería de Educación. Luego, este ganado incompetente (con perdón) que no da un palo al agua o con excesivas carencias accede a la Universidad para tormento de quienes tienen que sufrirlo. En Artes y Humanidades y Ciencias Sociales y Jurídicas poco pueden hacer ante lo que les viene encima. Y, claro, el alma se cae a los pies al toparte con errores ortográficos impresentables en el texto de la Plataforma de docentes por unas pruebas de ingreso justas y ecuánimes (change.org). Entre otros: “a espensas” en vez de “a expensas”. ¡Uff!

A pesar de las erratas y de algunas majaderías que recoge el alegato digital, estas personas cabreadas con el devenir de las pruebas no van descaminadas al denunciar que se les ha prohibido ver los exámenes una vez corregidos y que las quejas manifestadas se han resuelto o desestimado a puerta cerrada. El proceder tiene su fundamento si nos atenemos a las bases de la convocatoria, pues aunque dejan claro que los opositores pueden reclamar, no especifican en ningún renglón el derecho que tienen a revisar los ejercicios evaluados o, como mínimo, sus fotocopias. ¡Cágate lorito! Doctores tiene la Iglesia y el papel lo aguanta todo. No obstante, ciñéndonos al sentido común, que tan bien defendió el filósofo británico George Edward Moore, y a la Ley 39/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas, este que está aquí, aprendiz de todo y experto de nada, no obvia la posibilidad de que las bases de marras se impugnen al considerar que contravienen la norma.

Y mientras, nos rasgamos las vestiduras con los tejemanejes en los másteres de Cristina Cifuentes y Pablo Casado, cuando al poco de implantarse el Plan Bolonia se calificaban trabajos de fin de grado infames con un notable e, incluso, el sobresaliente. Flacos favores. Lo de la Juan Carlos I saltó al escenario de lo público a raíz del perfil político de sus protagonistas, si bien, por desgracia, mañas y mangas y vistas gordas han estado a la orden del día en nuestros centros superiores de enseñanza desde tiempo ha. Esperemos que casos como los de los políticos populares sirvan para que las concesiones indignas en el ámbito académico se denuncien sin miramientos y cesen de una puñetera vez.

Anhelos para un cuento del nunca acabar que se escribe en las páginas de un sector abonado al conflicto, fruto de una acción ejecutiva y legislativa casi siempre contestada y que no termina de rodearse de gobernantes capaces. Es el caso de la actual consejera de la cosa educativa, Soledad Monzón, una piedra más en el tortuoso andar de la perrita. La hija de Asamblea Majorera, que está en donde está para cubrir la cuota nacionalista que le corresponde a Fuerteventura (ni más ni menos), le está haciendo un flaco favor a Fernando Clavijo, necesitado de cuadros cualificados y hábiles para la recta final de su frágil mandato. La aprendiza de José Juan Herrera no es el mejor plato para afrontar las próximas elecciones autonómicas, pero con papas se la tiene que comer Coalición Canaria. Consciente del grano en las posaderas, el presidente tiene un firme y eficaz baluarte en el viceconsejero David Pérez-Dionis, el inspector gomero que, a duras penas e inmerso en la vorágine combativa de educadores y sindicalistas, está salvando la gestión con orden y criterio pese al desbarajuste dominante del ahora meo ahora pienso que sopla desde La Oliva.

Monzón, parapetada en la Casa de los Coroneles, afronta su último curso. Mario Cabrera y demás dirigentes coalicioneros tienen claro que no promocionará.

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