Que la murga Los Mamelucos molestara a la Asociación Profesional de Funcionarios de Prisiones con la canción Un tema delicado evidencia que el carnaval traspasa fronteras y que la purpurina va en serio. Que Enrique Camacho, el director artístico que no soporta la concejala Gladis de León, haya caído en la cuenta, a estas alturas de la trama, que la Gran Gala de Elección de la Reina es más de lo mismo y que ya va siendo hora de meterle un meneo, es que no está en lo que tiene que estar. Necesita una clase magistral de realización de espectáculos. Aunque el problema lo tiene el alcalde, José Manuel Bermúdez, que no se atreve a ponerle el cascabel al pueblo soberano que se adueña de los escenarios y de la calle hasta el Miércoles de Ceniza o Entierro de la Sardina y, luego, también, revolotea en la Piñata y en la Piñata Chica de Tacoronte y sus termitas. La innovación tiene sus riesgos y estas contingencias ponen de los nervios a los políticos, más este año que las elecciones están a la vuelta de la esquina meada pese a los baños portátiles. Y la solución no pasa por darle protagonismo a los drag queen de turno, oportunidad que pescaron los espabilados de enfrente. De todas formas, contornear el paquete sobre el taconazo ya no tiene el morbo de antaño. Y como dice José María Cano, de vuelta de todo, “vivimos una época tan blandita que se están amariconando hasta los gais”. Por fortuna, mientras el comité de expertos dilucida cómo animar la coronación, contamos con las crónicas de Gonar y Daswani. Estos plumillas le ponen un poco de lírica a la monótona carnestolenda que se desata, eso sí, cuando escapa del corsé de la fiesta reglada. Las madrugadas en la plaza de la Candelaria y los apretones viejunos en el callejón del Corinto y aledaños de vacilón marcan la esencia, no Llum Barrera y Marta Sánchez mariposeando en el Recinto Ferial. Cefalópodas en un garaje. Porque Carlos Baute y las K-Narias (Gara y Loida) son otra cosa. Endulzan y bailan suavesito, despasito. Aromas de mascarita y caña meridional que acercará, igualmente, el aguacero de yuca y té, queso blanco, berro y miel de Juan Luis Guerra. Bilirrubinas que suben y encantan hasta la amanecida. Un paraíso efímero que nos aparta de las cloacas, de inconsolables ambiciones terrenales (propias y ajenas) y de sobresaltos lejanos y próximos que apesadumbran. Descanse en paz Ángel Isidro Guimerá. Nos vemos más allá.
Mientras el color marca las horas en la capital tinerfeña, en Santa Cruz de La Palma el blanco domina el lunes de carnaval. Es la fiesta de Los Indianos que recuerda a los emigrantes canarios que regresaban de América con pompa y lustre (algunos con sirvientes criollos), imagen que recoge la célebre acuarela de Juan Bautista Fierro y con la que se inspiran quienes saltan a la Real entre polvos de talco, encajes, levitas y sombreros. Es el embelese de la tradición que empieza y culmina con el frescor de la hierbabuena mojada en el mojito. Desconozco si Elsa López se sumerge en esta arraigada celebración de sentidos claros y pavimentos albos. Pero debe encajar bien. Su pelo gris, largo y cuidado, y su rostro tierno y pacífico, armonizan con el estilismo que se impone, con el paisaje festivo y colonial que ha prendido la memoria. Sugiere la estampa para la poetisa que reside tranquila en su último mundo de Garafía y vuela en versos que evitan suelos rastreros vacíos y flojos.
Una vez compartí con la escritora la visión del horizonte desde un balcón alto que el crítico de arte Roc Laseca tenía en Radazul. Fue junto a los creadores Luis Kerch, Enrique Oramas, Beatriz Lecuona, Óscar Hernández y Claudio Marrero, creo. Son esa clase de encuentros que surgen de pronto y se aposentan siempre. Desde entonces no coincidimos en la distancia corta, sí de lejos cuando recita, la leo en silencio o porque es noticia por algo. Ahora, resulta, ha sido distinguida junto a la cantante Rosalía, el periodista Javier Ruiz y el intelectual marroquí Boutayeb Abdeslam, entre otros, con el Premio Emilio Castelar que concede la Asociación Progresistas de España, una entidad sin ánimo de lucro que busca a través de la reflexión, el debate y la acción ciudadana dar respuesta a los desafíos de la sociedad actual. Recibirá la distinción por su trayectoria en defensa de los valores democráticos, que siempre queda bien y da pie a darle valor a la palabra, a menudo encogida en la ñoñería, la estupidez y la costumbre de la desgana.
Confieso que sí tenía constancia de la existencia del último presidente de la Primera República, no así de la asociación que rememora su nombre. El caso es que gracias a ella, Elsa López recogerá el galardón el 24 de octubre en Sevilla, reconocimiento que incorporará a su colmada vitrina de honores, en el fondo, lo de menos. A estas alturas de la vida, descansada de la oscuridad, no persigue el envanecimiento del aplauso. Lo importante es que, ese día, su voz, serena, certera e infatigable, sonará de nuevo.