Ilustración: José Manuel Bermúdez

Escribe Menéndez Pelayo que la existencia de Calderón de la Barca estuvo siempre honestamente ocupada. Y así debió ser. No seré yo quien contradiga al sabio cántabro. Válgame Dios. Apunta, al mismo tiempo, que fue un personaje influyente, muy considerado y que se movía en la Corte madrileña del siglo XVII con gran soltura. Fue un tipo espabilado que se fajó en las armas, la poesía, la dramaturgia y, por último, en la contemplación franciscana, al igual, esta postrera elección trascendente, que el periodista nuestro Paco Castro. Los caminos del Señor son inescrutables y nunca se sabe lo que nos deparará el futuro. Es muy aventurado predecir que el alcalde José Manuel Bermúdez finalizará sus días prendado del carisma de la Orden Tercera. Aunque vete a saber, cristiano. Eso sí, nadie pone en duda que, como el autor de El gran teatro del mundo, tiene sus contactos, es astuto y se mueve firme en la turbulencia de la política, una profesión de alto riesgo. Con estas alforjas, no extrañó que invitara, hace unas tardes, a la Casa de Los Dragos, a varios plumillas y a algún que otro opinador para explicarles con pelos y señales lo que ya era vox populi en corrillos analógicos y redes sociales: “¡La Refinería se va de Santa Cruz!”. Bien es verdad que el rapapolvo de la Ani Oramas al ministro José Luis Ábalos, a raíz del retraso en la aprobación del descuento del setenta y cinco por ciento para los residentes canarios y compañeros de Baleares, Ceuta y Melilla en sus desplazamientos por avión y barco a la Península, era trending topic. ¡La que se armó! Pero la marcha de la Petrolera merecía el encuentro y un bombón ruso, a modo de colofón, ofrecido por Noemí Carreras.

A Pedro Sánchez le llovieron cogotazos a diestra y siniestra. El pueblo unido jamás será vencido. ¡Lucha canario como lucharon los guanches! Es más, la aparición enterada de Gustavo Matos (papafrita) en Facebook y las reacciones de meapilas al servicio de la causa sociata (el canarión Sebastián Franquis, por ejemplo. Guárdame un cachorro) encendieron, todavía más, los ánimos de Herradura. Y el revolcón surtió efecto. A los socialistas de aquí y allí le entraron los nervios ante el envite de las olas y el canto estremecedor de la pardela. El Consejo de Ministras y Ministros del viernes reculó y anunció a su término que se reunirá este próximo viernes 6 de julio para tramitar con urgencia la aplicación de la rebaja en los viajes. Y se pusieron las pilas, pero no fue suficiente. Rosa Dávila entró en escena y exigió la entrada en vigor inmediata de la medida. Esto es la guerra. Y Román Rodríguez y Pedro Quevedo, calladitos.

Pues el alcalde Bermúdez presentó el acuerdo histórico alcanzado con Cepsa tras año y medio de negociaciones. Un proyecto, incluido en el Plan Estratégico de Santa Cruz, que garantiza la expansión de la Ciudad hacia el Sur en el marco de una intervención que quiere ser un ejemplo de regeneración urbana a nivel mundial con criterios de sostenibilidad (edificios de consumo de energía casi nulo). Suelo hay de sobra: 573.000 metros cuadrados, de los que el sesenta y siete por ciento será para dotación pública y el resto, lucrativo: residencial, servicios, alojativo… Junto al Ayuntamiento, participan en el proyecto el Cabildo de Tenerife y el Gobierno de Canarias, “que ya va siendo hora que invierta en la capital tinerfeña”, suelta el regidor para que Fernando Clavijo le oiga. La Administración central también se sumará, solo que, después de sentarse con el anterior Ejecutivo popular, ahora tocará hacerlo con el del PSOE. Mejor que estas conversas las lidere Oramas. Le tienen más miedo que un gato al agua.

Bermúdez echó la rúbrica junto a la del vicepresidente y consejero delegado de Cepsa, Pedro Miró. Y luego, respiró y soñó con el nuevo Santa Cruz que no verá por viejuno. Es la maldición de la línea de costa que va desde Las Teresitas hasta el Palmetum y, ahora, además, hasta La Hondura y un poco más allá. Un litoral maltratado que quiere recorrerse en bicicleta cargado de intentos, concursos, alborotes, seducciones, sentencias, obras, desesperos, corruptelas, apaños y cierto mamotreto. Horizontes inconclusos eternamente proyectados con justos presupuestos, a excepción de un icónico y megalómano auditorio que se salió de madre y entona vicios ocultos.

“Yo sueño que estoy aquí / destas prisiones cargado, / y soñé que en otro estado / más lisonjero me vi. / ¿Qué es la vida? Un frenesí. / ¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción, / y el mayor bien es pequeño; / que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son”.

Esperemos que Santa Cruz Verde 2030 no sea otra pesadilla.

 

 

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