Ilustración: María Luisa Hodgson

Desactivado el estado de alarma, sus majestades, Felipe y Letizia, iniciaron en Las Palmas de Gran Canaria su gira oficial por las sufridas comunidades del Reino, pasando por alto que la sede de la Presidencia del Gobierno de Canarias reside esta legislatura en la capital tinerfeña. El caso es que La Zarzuela, más republicana que nunca y chitón, consensuó con Vegueta en vez de con el mustio Cañón Tigre. Primero, visita a la casa museo de don Benito con ocasión del centenario de su nacimiento, paseo por Las Canteras y reunión con el sector turístico en el Santa Catalina, almuerzo incluido. Y de postre, sobremesa con plátanos de Tenerife. Sin chantillí. La agenda del pío rehuyó el VAR e ignoró, por ejemplo, la investigación, desarrollo e innovación del Parque Científico y Tecnológico de La Laguna. No solo sol, papas y mojo. Pero la Panza de Burro tira más que los bueyes de Tegueste. Será por eso que la reciente remodelación del Ejecutivo autonómico se caracteriza por un impúdico desequilibrio territorial a favor del Nublo (Presidencia, Vicepresidencia y cinco consejerías), relegando a Tenerife a dos consejerías, mientras que las tres restantes se las reparten La Gomera, La Palma y Lanzarote. Aunque el mérito prevalece sobre la partida de nacimiento (así debe ser), la manifiesta desproporción obliga a que Pedro Martín respingue. Lógico. El presidente del Cabildo maniobra para defender lo suyo y más cuando reivindica que la rosa de la Isla picuda aporta el mayor número de votantes y cargos electos al PSOE en el Archipiélago. De todas formas, el pleito insular, a estas alturas de la película, parece algo anacrónico, lo que no espanta a la clase política, periodística y murguera que siempre lo tiene en la manga por si cuecen habas. No vaya a ser. Hagamos memoria: el fundador del periódico La Provincia, Gustavo Navarro Nieto, fue el principal instigador para que la causa divisionista prosperase el 21 de septiembre de 1927. Su amistad con el ministro de la Gobernación, el general Severiano Martínez Anido, posibilitó que el dictador, Primo de Rivera, aprobase la partición provincial, la cual, conviene considerar, caería tarde o temprano. El historiador Elías Serra Ráfols escribió claro: “Mantener una unión que una de las partes rehúsa es estéril empeño y aumento de la discordia”, palabras que no se lleva la tramontana.

El pleito insular, continuamente a vueltas. El que documentase Marcos Guimerá Peraza, agitase Manuel Hermoso antes de que fuera el mejor alcalde de Mesa y López y mantienen hoy en día quienes retozan en eróticas carreras. Dios los cría en medio de un sentir que, en general, se pinta orgulloso cuando el arcoíris asoma y de una paciente Nivaria que, en particular, suele soliviantarse en cuestiones medioambientales. Bien lo sufrió Antonio Castro Cordobés en tiempos de lustre palmero. El Rincón, las torres de alta tensión de Vilaflor, la Vía de Ronda, el Puerto Industrial de Granadilla, Fonsalía, la Vía Diagonal de La Orotava, el Anillo Insular, Las Teresitas… y, ahora, el hotel de cinco estrellas que el Grupo Viqueira construye en la playa de La Tejita, en El Médano, ejemplifican el activismo verde tan presente en tierras de menceyato. Ben Magec, Tagoror Ecologista Alternativo, la Asociación Tinerfeña de Amigos de la Naturaleza, Juventud por el Clima Tenerife (movimiento reciente en la órbita de Greta Thunberg) y demás plataformas enarbolan banderas sostenibles en un territorio con más de la mitad del suelo protegido. Sea lo que fuere, inmersos en licencias de edificación, espacios naturales, planes urbanísticos y señorías que dictan sentencia, se agradece la conciencia entre tarajales y una montaña roja, instinto de conservación al margen de ejemplares humanos incapaces de cansarse de sí mismos.

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