Ilustración: María Luisa Hodgson

Pedro Guerra es como la tierra canaria nuestra. Es de aquí en el pulso de las cuerdas, en su trovar y deje. En letras sentidas. En inseguridades, quién sabe. Este chico del sesenta y seis es de medianías, no de rompiente ni de malpaís que rasga las cholas. Escucharle es estar tranquilo, sin prisas. Que nada disturbe. Acaso el ocaso, el timple o brincar descalzo. La arena quema. Corres al fresco y su compás es la hoja que navega revuelta atarjea abajo. Pedro Guerra es de piedra chasnera y de manta cuando el frío tiembla los dientes. Es estremecerse si la canta. Da igual estés adentro o con olor a mar. Maresía. Son los charcos y los burgados. El queso, los chochos y la mesa junto a la higuera, el vaso chico y las vueltas de la partida. Tumbo. La arena entre los dedos y la sal que se pega y las cervezas hasta tarde o hasta la noche del quieto pracan si estás en La Gomera. Y mirar al cielo y confiar a que pase la estrella que esperas en luna nueva. Cierras la mirada y vuelves al zarapico que rema hasta la barca en marejadilla. Jornadas de pesca con caña, pandorga, nasa o fija para pulpear. Besos, paseos y mareas bajas y altas. Estrofas de cantautor del valle de Güímar entre agujeros, un puertito y la malvasía aromática dulce de Brumas de Ayosa, que es el mejor vino de Canarias. Alicia Vanoostende, belga y llanense, aprueba la cata. La ingeniera agrónoma al frente de Agricultura y Pesca sabe lo que se cría en campo y lonja. Acierto del presidente.

Verano en las Islas y con mascarilla. Atinado abrazo la campaña que promueve la consejera de Turismo, Yaiza Castilla, con los acordes del paisano y la compaña de Jorge Drexler, que no perturba. Afecto sobra. Encanta enseñar, carretera arriba, pinos y coladas. O solo fuego. O fayas y brezos. O solo playa con tumbonas de masas, ahora sin cola fanta y con tetas del país. El modelo que tenemos y, en el fondo, echamos de menos porque la cara triste del erte no es buena. El guiri, por cierto, la gente de fuera, vaya y venga, lleva aires de folía, millo, terrero y sol, luminaria del paisaje, el que enamoró al alemán Peter y a su mujer inglesa y a sus niñas y niños que crecen en torno al drago. Raíces que juntan el suelo que pisamos, crisol acogedor que compone el cantautor.

Estoy contigo. En los amaneceres cálidos y también sombríos, en la canícula de la pandemia. Y te cojo la mano, aunque no deba. Me arrimo a tu vera y alivio, con el juglar, las penas. Horas calmas. Nubes de alisio que parten la pendiente y una canción y un silbo. Volver a lo olvidado. Releer Mararía, Guad y Faycán, recuperar las plumas de Gaceta Semanal de las Artes y descubrir 2 mundos y un volcán, una joya del escritor Luis Gálvez (Premio Benito Pérez Armas en 1955 por La ciudad tiene otra cara) que desempolva HHH e ilustra Eduardo García Rojas en su Escobillón tras encontrarlo en el Rastro. La novela, que habla en canario y en sus propios acentos, describe el Sur de Tenerife, “pedregoso y sediento, agrietado y reseco, con sus picachos desnudos y roídos”, y el Norte, “verde y jugoso”.

El miedo nos deja en las Afortunadas del Atlántico. Lujo al alcance de sus habitantes, no siempre a la altura. Ignorancias y avideces que maltratan fragilidades. Estío de 2020 para despertar conciencias y cuidados. “Cuida de mis sueños / Cuida de mi vida / Cuida quien te quiere / Cuida quien te cuida”, asienta el hacedor de golosinas.

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