Ilustración: María Luisa Hodgson

Cuando escribo estas palabras en mi teléfono móvil acabo de leer en mi teléfono móvil que sus majestades Mick Jagger, Ronnie Wood y Keith Richards ya han llegado a la T4 del Adolfo Suárez de Madrid. Devoré la información con interés después de que hace algunas semanas un amigo me ofreciese por wasap la posibilidad de comprarle por 600 euros dos entradas al concierto que darán los Rolling Stone este 1 junio en el Wanda Metropolitano: Puerta 33, Sector 119, Fila 10, Asientos 7 y 8 con seguro de cancelación. Después de sopesarlo seriamente decliné con un wasap de vuelta vivir uno de los últimos directos de la banda británica de rock and roll. Ley de vida, aunque con los Rolling nunca se sabe. Pactaron con el Diablo el aliento eterno. Satisfaction.

El primer teléfono móvil que llegó a mis manos fue en el año 1996. No lo compré. Era oficial, como los coches oficiales de la Administración pública. Después, tras cumplir con la encomienda gubernativa, lo devolví. Era un Motorola bivalvo de color negro y antena retráctil resultona. Evitaba usarlo en la calle. No procedía la arrogancia. Todavía se imponían las cabinas telefónicas. Hoy la situación ha cambiado y en el planeta Tierra hay más teléfonos móviles que personas. En la actualidad uso un Samsung Galaxy A52s 5G. El reverso es de color pistacho (el favorito de esta primavera 2022), no puedo vivir sin él y suelo tenerlo sin sonido y la vibración activada para no molestar a quienes me rodean. Recibo numerosas llamadas al día y no es cuestión de perturbar el silencio, ese bien tan preciado y ninguneado. Eso sí, hay momentos en que mejor la algarabía, el taconeo, el rumor de caracolas que el mutismo que apaga el alma.

El caso es que, hoy en día, un ochenta por ciento de la población mundial consume información diaria a través de sus teléfonos móviles, frente al veinte por ciento restante que continúa fiel al papel. Esta tendencia al alza no tiene marcha atrás lo que ha obligado a que los medios de comunicación agudicen el ingenio digital. Lo vemos, por ejemplo, en el diario canadiense The Globe and Mail gracias a Sophi, un sistema de inteligencia artificial que rastrea la Red de forma constante para buscar las noticias que suscitan más interés. Con esta herramienta, que, además, vende a otros medios, actualiza su portada cada diez minutos. Mientras, el equipo de redacción invierte la jornada laboral en elaborar contenido de calidad. De igual forma, el periodismo predictivo, ese que se apoya en los datos, gana enteros al satisfacer la necesidad del público ávido por querer saber lo que va a pasar en el futuro.

El peso creciente del algoritmo en la producción informativa es indudable pero, en absoluto, excluye la aportación del ser humano, imprescindible para incorporar valor añadido personalizable (sé lo que le interesa porque sé dónde vive) y generar nuevas audiencias y servicios que se traduzcan en más suscripciones. Se trata de que los laboratorios de innovación, abonados a potentes equipos de producto, se equivoquen rápido y corrijan pronto. La adrenalina de la inmediatez atrapa y espolea al ejercicio periodístico hambriento de seducir y fidelizar. Y redactar historias de manera simultánea a su transcurrir. El live blogging o flujo continuo de información que se actualiza en tiempo real es un eficaz y pujante motor fueraborda en medio del tsunami de la infodemia o sobreinformación.

Este miércoles, 25 de mayo, en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la Universidad de La Laguna, el reconocido periodista Lluís Cucarella, director editorial del Laboratorio de Periodismo de la Fundación Luca de Tena y director general de la consultora internacional para medios de comunicación Next Idea Media, entre otros cargos, expuso soluciones para resolver retos junto a dos jóvenes profesionales de Tenerife con mucho presente y futuro: Silvia Granja, coordinadora del área de Marketing Digital en la empresa FreshCommerce – Partners eCoommerce 360º, que asentó la colaboración perfecta entre marketing y periodismo, y María Zurita, directora creativa en la empresa Besocy Dogtrack, que mostró la importancia creciente para los medios de la nueva narrativa de las stories.

Archivo