Ferrán Adriá fue quien introdujo la deconstrucción en la cocina. Con él llegó la cocción al vacío, la liofilización, el aire y otras innovaciones concebidas para modificar las texturas, formas y temperaturas de los ingredientes. El chef introdujo el pensamiento crítico a los fogones. Creatividad, diseño, vanguardia… que hoy enarbola el mejor cocinero del Mundo, Dabiz Muñoz. La comunicación como indisciplina, agita el profesor Edgar Gómez desde la Universidad de Texas en Austin. Diálogos, desafíos, romper con lo ordinario, nuevas narrativas, activismo, la curva frente a la línea (maravilloso Guggenheim de Bilbao), dislocaciones… ¿Miedo? ¡Bah!
Arquitecturas deconstruidas, parapetos que se desmontan. Me apunto a las quinientas losetas de arcilla de un muro para La Palma, una propuesta solidaria de arte apiñado en donde la Universidad de La Laguna ha abrazado, un año después, el abatimiento de la tragedia que todavía persiste. La Institución académica (acompañante) se arrima al proyecto La erupción del volcán de La Palma a través del arte y los relatos de vida de la Fundación Carmen Santiesteban de Alicante, sensible al sentimiento, al lamento. Impulsos que promueve la dibujante María Luisa Hodgson desde la Facultad de Bellas Artes. Pero en este caso el contrato, el compromiso, no reside en trazar doce dibujos, los que marcó el director Peter Greenaway en su barroca y cuadriculada película (1982). En este caso, Hodgson ha dirigido la construcción de un muro amoroso de 4,88 x 1,22 metros. Entonces, lo miro, paciente, de arriba abajo, de izquierda a derecha y viceversa. Lento. Y una mirada rápida (ráfagas), cerca, lejos. Cuestión de perspectiva. Color, composiciones, rostros, fuego, tierra, ceniza, casitas, riscos… Y un perenquén. Absorto me detengo en la distancia y subo el volumen de la banda sonora (Chasing sheep is best left to shepherds) que para el largometraje compuso Michael Nyman. Decibelios altos, muy altos, como volaron los piroclastos aquellos.
En Tenerife Espacio de las Artes más de un centenar de artistas levantaron un muro que se deconstruyó con la venta de las losetas. La recaudación, destinada a los colegios afectados por la erupción volcánica, ha sido lo de menos. Y tampoco. En próximas fechas la Isla Bonita acogerá una exposición de lo que queda del Muro. Y junto a él estará de nuevo la dibujante. Y la psicóloga Melania Simón, responsable de la asociación In-Art (también sumada a la iniciativa), y la profesora de Psicología de la ULL Carmen Rosa Sánchez. Las tres gestionaron emociones e inspiraron querencias. Las tres, con el respaldo del decano de Bellas Artes, Alfonso Ruiz (a su sombra me arrimo), y del director del Departamento de Dibujo de la Escuela de Arte Fernando Estévez, Miguel Ángel Gómez, sedujeron a alumnado, docentes, artistas jóvenes y no tanto de Canarias con el objetivo de crear sobre una superficie de barro. Personas afortunadas.
Pintura, collage, técnicas mixtas, arte gráfico… sobre medio centenar de arcilla cocida que donó para la causa un tal Juan Manuel, un tal ferretero sin ínfulas ni protagonismos, un tal cualquiera que construyó para deconstruir. “¡Gracias, querido amigo!”, grita en polifonía la obra colectiva que, dicen, huele a jazmín. No hagan mucho caso, pero hay quien canta que en tristes maletas, en tristes caminares, en luces tristes de ciudad, solo hay una cosa que reconforta lejos del hogar: recordar que mi niña huele a jazmín, a mujer y a flores del amanecer. Y a aire fresco y a sol, a agua de mar y a romero, a sal, a tronco de olivo, a espiga de trigo en abril, a hinojo y a rocío, a nube, a espuma y a champán, a cera de cirio y a incienso…
Lo sabe Manolo García (El último de la fila) que un día de septiembre paseó por Santa Cruz de Tenerife y compró trocitos de muro.