Ilustración: María Luisa Hodgson

 

El negro es ausencia de luz. Es una tiniebla sin guerra de almohadas, una vida opaca que no escapa. Es silencio sin hablares porque no hay nada que decir. Nada de nada. El negro cuando es muy negro es negro. No ves un carajo. Es una noche oscura sin mística, sin Luna llena ni besos ni nada.

El negro es fundirse a negro en una película de George Lucas con estrella de la muerte. Es una bombilla sin filamento de tungsteno, es extinguirse en un túnel sin destello, es subir de peso de setenta a setenta y cinco. Pasa cuando desayunas, almuerzas y cenas de lunes a domingo. El ser humano no está hecho para tres comidas y sosiego. Entonces el cuerpo se adocena y pierde apostura en la arena. Aunque tampoco luce el hueso. No es eso. El hueso duele si sale de su sitio. Menos mal que está el fisio y la punción seca. Hoy desayuné yogur griego y queso feta.

Si falta música la vida no es vida. Es el interior de un sepulcro en donde ni siquiera crían las malvas. Solo se entiende el mutismo bajo las estrellas del Teide. Cuando se pone el Sol en Las Cañadas los acordes son contaminación acústica, fanfarria en el auditorio del Firmamento. Y no es cuestión. Mejor un cementerio adusto con piedras pómez y tajinastes que el tun tun de una verbena con vivientes difuntos y litronas. Oremos: contemplación y respiración de fuego. ¡Viva la música negra!

Duermes y cierras los párpados. Existencia apagada. En el fondo vivimos la mitad del tiempo entre sábanas y soñando con latas de sardinas que se abren en un rulo o con una mujer atrapada por un mejillón con aire acondicionado. Es la conquista del mundo surrealista de Óscar Domínguez: escenarios delirantes que no existen, lienzos luminosos, poesía, teatro… Se trata de flipar en colores, emborracharse de arte con tiros largos y galanteos. La belleza no merece desaliños. Más madera a carpinterías de caricias, a poetas en Nueva York que estremecen plateas, cunetas y plazas públicas. Primero tú. Después yo. Piel de gallina. ¿Quién quiere migajas? ¿Quién detiene plasticidades? No siempre es blanco o negro. Hay infinitas combinaciones de cian, magenta, yellow y black. Pigmentos CMYK para una pantonera infinita. Aguas revueltas en el río Colorado, especias a tutiplén en la ribera del Ganges: curry, azafrán, cardamomo, cúrcuma… Éxtasis en el Garam Masala. Pollo tandori y una pared ocre.

A la hoguera temores, desveles, pensamientes (sic) en calles mal iluminadas sin salida. Árboles azotados por el viento antes que troncos rectos. He comprado una lámpara kitsch con plumas, lentejuelas y cuentas de cristal y tal. Visten un maniquí burlesque que enciende el gran espectáculo de la risa. Suero brillante contra el miedo, la angustia, la negrura.

Las palabras no bastan en la niebla, en el vacío. Es verdad. Para el frío que entra necesitamos un faro, un silbido fuerte de ojos verdes que llene el hogar y repare ventanas rotas y golpes que fueron en puertas. Lágrimas ahora para fotos en la pared, en álbumes de papel, en galerías del teléfono móvil. Sin electricidad no somos. La casa en la nevera, en la batería, en la vitrocerámica, en cubitos de hielo. Sin lumbre no somos. Sin abrazos no somos.

Maldito cero energético.

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