Cómo nos gusta rasgarnos las vestiduras, disparar, enfangar. Cómo nos gusta sacar el cuero y los colores. Las redes sociales arden en su desespero y tristuras. Desayunos y pasilleos se disfrutan con sosa cáustica. Cómo nos gusta la fiesta del colmillo, gritar y murmurar durante la vida entera. No hay paciencia ni se esperan ternuras suaves. Bichos incólumes restriegan a destajo. Toser la decadencia sin digestión alimenta cauces sombríos, demasiado mundanos entre catacumbas de desperdicios. Otro día más. Y otro.
Wasaps, correos electrónicos, voces bajas… censuran pajas ajenas olvidando vigas propias. Exprimir naranjas y limones está de más. Mejor pinchar con una hipodérmica para desangrarle. Y al momento, vestir, lucir por encima y jugar a demócratas y salvapatrias. Qué locura.
De repente los medios de comunicación son amantes de los poderes políticos y económicos. Mira como bailan juntos y pegados. Mira. La noticia se viraliza. Los emoticonos vomitan. El director dimite. Habíamos oxidado la explosión del acorazado Maine y la farsa que originó la Guerra de Cuba. La mayor de Las Antillas soltó amarras y José Martí, junto a mambises insurrectos y gringos imperiales, se fumó un habano rojo y gualdo. Luego, cultivó una rosa blanca. Me río de la desazón de cocodrilo. Y de la propaganda y de los sempiternos intereses y del saber y del quererte por interés. A veces, amarillo.
Ahora que la niña de la Tele canaria se equivoca porque tiene boca caemos en la cuenta. Antes no. Antes íbamos con el lirio sobre la hierba y en el despacho. Qué más da. La superioridad moral de la izquierda sienta, de nuevo, cátedra desdeñando miserias y desnudos. La derecha acomplejada se suena los mocos asomada a la ventana. La Luna llena se descojona. Y las nuevas generaciones ofendidas lloran por el cambio climático en el gabinete psicológico. Después pasarán por caja. Qué bonito estar vivo, sentirse bien y tener canas y cicatrices. No desvío la mirada. Te lo digo a la cara: tira la primera piedra.
Los medios de comunicación se levantan sobre empresas. Y glorias, ambiciones, miserias y dolores. Latidos. Vivir, dice aquel, no es solo respirar. La BBC y el té de las cinco son la excepción. Deja de gimotear. La solución tampoco es esnifar. Volar es una pesadilla. Recuerdo cuando escribía cartas y florecía el amor. ¿Llegamos tarde? El caso es que al ciudadano Kane antes de morir solo le quedan heridas, besos y la palabra rosebud. Lo demás es espuma sobre el mar. Viene y va. Cerca y lejos. ¿Miedo a las alturas? ¿Huir a Tasmania? ¿Héroe en el Grupo Mixto? En el fondo a fin de cuentas.
Pinto tu nombre en la pared. Ahí quedará siempre. Un pez atrapado entre antenas colea delante de las nubes grises que pasan. Lo imperfecto cambia. Utopía y Sherwood se leen en páginas. De cualquier manera, no rendirse y siempre contar un, dos, tres. Marzo, en un periquete. Dios dirá lo siguiente. La historia reciente apunta a que algunas y algunos polemizarán, cuestionarán o impondrán ideas hasta la próxima estación.
Fiel a la paz de la estética, en medio de la cultura de la cancelación y del existencialismo de Albert Camús, viajo a los Jardines de Milano, a la platanera que viste, dulce, la diseñadora Inmaculada Rodrigues. Las espaldas al aire en la pasarela mecen la belleza. Las veo pasar inmensas. Del cuello al sacro todo es cuello. Si cabe, luce alguna lindura de Ros Jiménez. No recuerdo una Roselinde más sutil. La colección Badana no es un sueño roto. Es una piel sensual que acaricia la piel y rememora al abuelo. El tiempo vuela. Me quedo con lo bueno, con la magnética del Valle. Y una mujer.