Ilustración: María Luisa Hodgson

Aunque miles de docentes se incorporarán el lunes, 2 de septiembre, a sus centros escolares, en la Inspección Educativa canaria aún hay reclamaciones pendientes de resolver. Es la tónica habitual. Quienes se ganan el pecunio en este departamento no dan abasto. Desde que madres y padres descubrieron el chollo de la protesta en la Consejería con el fin de que sus babies aprueben o promocionen sin haber dado un palo al agua durante el curso, el campo es orégano.

No es que Jaimito haya suspendido cinco asignaturas por su negligencia académica, sino que el profesorado, presuntamente, no ha aplicado de forma correcta los criterios de evaluación, esos elaborados por una iluminada comisión experta en desesperar a enseñantes tras entorpecer la capacidad de entender lo que se lee. La verbosidad en los seudopedagógicos currículos y el uso de un lenguaje rebuscado dificultan, sin duda, la labor formativa.

El Criterio de evaluación 9.1 del Currículo de Lengua Castellana y Literatura de primero de Bachillerato requiere un intenso esfuerzo cognitivo: «Formular generalizaciones sobre aspectos del funcionamiento de la lengua como sistema interconectado con diferentes niveles para aumentar su repertorio lingüístico y su reflexión interlingüística, mejorar las destrezas de recepción crítica y profundizar de manera consciente en las distintas fases de construcción del conocimiento sobre el sistema de la lengua y su uso en la comunicación».

Esta asignatura tiene diecinueve criterios de evaluación, distribuidos en diez competencias específicas.

En Inglés de primero de la ESO el Criterio de evaluación 5.1 no tiene desperdicio. La afectada ampulosidad del texto retrata a las verborreicas eminencias que lo redactaron: «Identificar y registrar, siguiendo modelos, los progresos y dificultades de aprendizaje más destacados de la lengua extranjera con apoyo de otros participantes y de soportes analógicos y digitales, seleccionando de forma guiada las estrategias más eficaces en las actividades de autoevaluación y coevaluación, como las que se proponen en el Portfolio Europeo de las Lenguas (PEL) o en diarios de aprendizaje, así como comparar y contrastar siguiendo pautas las semejanzas y diferencias entre distintas lenguas, reflexionando de manera progresivamente autónoma sobre aspectos relevantes de su funcionamiento, de modo que se produzca una transferencia de conocimientos y estrategias a diferentes contextos sociales cotidianos y próximos que le permita ampliar su repertorio lingüístico individual, superar las adversidades y progresar en su aprendizaje en la lengua extranjera».

En esta materia se observan doce criterios de evaluación distribuidos en seis competencias específicas.

Pobres estudiantes, heroica instrucción y qué difícil aplicar el aserto del arquitecto Mies van der Rohe: «Menos es más». El director de un instituto público de Santa Cruz de Tenerife no se arredra a la hora de cuestionar al sistema: «El problema es que hay que evaluar todos los criterios por igual de manera efectiva. Alcanzar este propósito es prácticamente imposible. La ratio, la diversidad en las aulas y la burocracia dificultan ofrecer calidad. Primero, tendríamos que lograr que el alumnado adquiriera competencias básicas, como el dominio de la lectura comprensiva y la escritura, que son la base del aprendizaje. Se accede al Bachillerato con graves carencias en estas dos destrezas. Pretenden que enseñemos a montar en bicicleta cuando todavía se camina con torpeza. Antes de abordar la totalidad de los criterios deberíamos establecer cimientos de aprendizaje sólidos. Pero es lo que hay. Bienvenido al mundo de la enseñanza».

Más claro, agua. Y en sintonía con el director mentado, no se entiende que el Criterio de evaluación 9.1 se evalúe con el mismo peso que crear textos orales, escritos y multimodales con intención literaria, sentido estético y conciencia de estilo (8.3).

Visto el panorama, mamás y papás, conscientes de la debilidad docente, se afanan en que Jaimito no sufra los irreparables daños psicológicos de un suspenso ganado a pulso. Flaco favor. El fatuo objetivo es que el lumbreras llegue a la universidad a pesar de que no sepa hacer la o con un canuto.

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