El ser humano es blanco, negro, mulato, rojo, azul, hetero, homosexual, mujer, hombre, trans, latino, moro, oriental, europeo, yanqui, pijoprogre, facha, fascista, ultra, indígena, ocupa, simpapeles, universitario, paleto, perroflauta, mormón, anglicano, católico, infiel, ateo, luterano, musulmán, hare krishna, budista, indio, rostro pálido, merengue, culé, canarión… Y no sé qué más. Menos mal. La uniformidad es como comer lentejas a diario. Y no es cuestión.
En medio de esta complejidad social hay quienes esgrimen, sin rubor, una superioridad moral enfermiza para goce de afines y hartazgo del resto. Alimentan la polarización y la descalificación con consignas libertarias (paradoja) y, lo que es peor, se olvidan de otras realidades que también podrían recibir crítica. Por ejemplo, mientras dragos y secuoyas continúan viendo pasar el tiempo y el fenómeno woke se enroca en la cultura de la cancelación, 53 países, según la organización independiente World Population Review, sufren la tiranía de la dictadura en este 2024 que ya enfila su recta final (incluye los regímenes autocráticos de Rusia, Turquía y Venezuela): Afganistán, Argelia, Angola, Azerbaiyán, Bahréin, Bangladés, Bielorrusia, Brunéi, Burundi, Camboya, Camerún, República Centroafricana, Chad, China, Cuba, Yibuti, República Democrática del Congo, Egipto, Guinea Ecuatorial, Eritrea, Eswatini, Etiopía, Gabón, Irán, Irak, Jordania, Kazakistán, Kirguistán, Laos, Libia, Birmania, Nicaragua, Corea del Norte, Omán, Catar, Congo, Rusia, Ruanda, Arabia Saudita, Somalia, Sudán del Sur, Sudán, Siria, Tayikistán, Turquía, Turkmenistán, Uganda, Emiratos Árabes Unidos, Uzbekistán, Venezuela, Vietnam, Sáhara Occidental y Yemen.
Pese a las reacciones tremendistas escuchadas tras la victoria electoral de Donald Trump no parece que el planeta Tierra vaya a sufrir un apocalipsis zombi o algo parecido. Eso sí, seguro que Ucrania y China no han tirado voladores después del inapelable triunfo del magnate. Vladímir Putin es aliado y Xi Jinping es amenaza.
Cuesta pensar que en Estados Unidos setenta y tres millones y medio de personas (el 50,72 % de los votos) sean imbéciles. Que el Partido Republicano haya sido el más votado en treinta de los cincuenta estados confirma que lo que de verdad le preocupa a la ciudadanía de a pie, lejos de los datos macroeconómicos, es el precio de la cesta de la compra. Esta es la realidad. La economía de andar por casa dictó sentencia. No fue casualidad que Trump (que es muy listo y bocazas, narcisista, prepotente… y demás linduras) se rodease de empresarios de éxito que generan riqueza.
En general, el respaldo a Trump creció en todos los grupos de edad, especialmente entre los hombres menores de treinta años, negros y latinos, y lo más sorprendente, considerando su perfil misógino, entre las mujeres blancas (52 % de apoyo). La campaña en contra que desplegaron las cantantes Beyoncé, Billie Eilish o Taylor Swift no caló lo suficiente. Será que viven al margen del día a día. Suele pasarle al artisteo. El circo no llena la nevera.
España no es Estados Unidos. Y no puede juzgar parapetada en la Puerta de Alcalá de Víctor Manuel y Ana Belén. El Gigante del Norte es John Wayne, frontera, revólver, Al Capone, güisqui, vacas, bandera, petróleo… Y la tecnología de Silicon Valley. Por cierto, la talentosa zona sur de la Bahía de San Francisco, con Elon Musk a la cabeza, se alineó con el elefante.
La España ideologizada de nuevo hasta el tuétano desde que Rodríguez Zapatero la lió, no tiene autoridad para meterse en la piel gringa. Y ahora menos. Fuenteovejuna (el pueblo a una) está hasta la coronilla de periodistas a sueldo que hablan con arrogancia de desinformación y de una clase política que antepone sus intereses personales al bienestar de la roja y gualda. El vocerío español, con la que está cayendo, debería callarse. Por dignidad. Las barras y las estrellas de la democracia más antigua del Mundo todavía tienen mucho que enseñarnos.
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