Ilustración: María Luisa Hodgson

Cuantas más canas, más canario y menos español. No quiere decir que reniegue de la roja y gualda, y de esas majaderías patrias que afloran cuando planto palmito en tierra extranjera, sino que cada vez más reivindico nuestro patrimonio natural y cultural.

El tambor y la chácara sonaron fuerte en la manifestación del 20 de abril. Las Islas tienen un límite y demandan actuaciones urgentes. Lo sabe hasta el Tato. Por eso, la presidenta Rosa Dávila, que es nacionalista desde que jugaba al teje, ha cogido a la cabra por los cuernos y después de no hacer oídos sordos al bucio ha anunciado que a partir del 1 de enero de 2025 quienes visiten Tenerife pagarán una entrada si desean disfrutar de un espacio protegido. La conservación y mejora del territorio insular requiere esta medida y también una ecotasa o el IGIC ecológico, como ha planteado Fernando Clavijo que, como Dávila, también fue pichón de las siete estrellas verdes. Y no ocho. ¡Ay, Fernando! De tanto mentar a La Graciosa están acabando con ella. ¡Qué necesidad teníamos de exponerla en primera fila! Vivía más tranquila cuando en Caleta de Sebo solo había chochos y moscas. Un decir. Lo reconoce hasta su graciosa vecindad, harta del gentío. El Parque Natural del Archipiélago Chinijo precisa establecer un cupo máximo de turistas. Dejemos la Casa de Tócame Roque al gaterío de la Villa y Corte.

El dialecto canario es otra papa caliente. Aunque el Estatuto de Autonomía recoge que debe protegerse y defenderse, «nuestro principal patrimonio cultural», afirma el presidente de la Academia Canaria de la Lengua, Humberto Hernández, continúa maltratándose. Duele el creciente empleo del vosotreo frente a la forma ustedes, así como la generalización, cuando nos referimos a una acción pasada y localizada en el tiempo, del pretérito perfecto compuesto propio del español peninsular (el seminario se ha inaugurado esta mañana) en vez del pretérito perfecto simple (el seminario se inauguró esta mañana). Además, la utilización completamente legítima de los canarismos suele confundirse con un empleo chachón del dialecto.

Las generaciones jóvenes canarias sometidas a los códigos lingüísticos dominantes en las plataformas sociales y medios de comunicación nacionales e internacionales no lo tienen nada fácil. Es la imparable globalidad que contamina la riqueza de las minorías aprovechándose de debilidades intelectuales, conformismos y complejos.

Imperio-sumisión, metrópolis-rebeldía, castellano-guanche. Ocasión propicia para que el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, exhorte a superar marcos coloniales o anclados en inercias de género o etnocéntricas, con el objetivo de iniciar un proceso de revisión de las colecciones estatales.

Quien no corre, vuela, y Colombia ha dado el primer paso al solicitar al Gobierno de España la repatriación del Tesoro Quimbaya, un conjunto de 122 piezas arqueológicas precolombinas expuestas en el Museo de América de Madrid. Pero esta instancia no es la primera: el Cabildo de Tenerife ha reclamado hasta en ocho ocasiones al Museo Arqueológico Nacional la devolución de la momia de Erques. Y nanay. A la petición se ha sumado el Parlamento de Canarias y la diputada de Coalición Canaria, Cristina Valido. Se trata, sin más, junto al compromiso de Urtasun, de cumplir con la Ley de Patrimonio Cultural de Canarias y recuperar un símbolo identitario.

No hay razones técnicas que impidan el regreso de la Momia descubierta en 1763. No existen argumentos convincentes para que el godo retenga un valioso vestigio isleño que obtuvo a raíz de un caprichoso regalo al rey Carlos III. La momia guanche mejor conservada del Mundo debe custodiarse, conservarse y exponerse en su isla, en el Museo de la Naturaleza y Arqueología de Santa Cruz de Tenerife. La historia no merece ambiciones anacrónicas de conquista.

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