El profesor de la Universidad de La Laguna Samuel Toledano reprobó hace unos días el modelo informativo actual en la presentación de la revista 360, proyecto editorial que dirige en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación con el objetivo de analizar la realidad y profundizar en su entorno. El colega subrayó que «necesitamos saber y entender lo que sucede a nuestro alrededor», afirmando que «los medios de comunicación no están haciendo su trabajo». Se refiere, sin duda, a que prima la actualidad inmediata frente a la investigación. Es decir, la empresa informativa, en general, no rebusca. Y para escudriñar con garantías requiere recursos humanos que apenas dispone y encararse con el poder político y económico. Por eso (el horno no está para bollos) se agradece la propuesta del docente junto a sus alumnos de tercer curso. Desparpajo, valentía, energía impoluta desde todos los ángulos para una sociedad de la información que demanda la responsabilidad social del periodista.
Surge, entonces, la visita al Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife. Me guía su director Francisco Macías. ¡Quedan tantas personas buenas por descubrir! Están y no alcanzamos. Quickly! Y entre los fondos emerge, encajado, Eduardo Westherdal, culpable, con otros, de aquellos años intelectuales de olor a prensa en tiempos de dictadura, de mensajes entre líneas, de regateos, vanguardias, palabras, palabras y más palabras. Bohemias intelectuales, vapuleos velados o no tanto que entienden los que entienden, porque el censor está en otra guerra o no se entera de la filología. Y si viene el aviso (que a veces llega) se finta o se pasa por caja. Y de nuevo a la trinchera de la Remington. Habilidades de perros viejos maestros del talento. Guerreros en batallas que no blanden armas de fuego ni blancas ni nada. Con la letra es suficiente. Y la uve doble del crítico se enriquece con Domingo Pérez Minik y Pedro García Cabrera; y con los fetasianos Isaac de Vega, Rafael Arozarena, Carlos Pinto Grote, Enrique Lite, Miguel Tarquis, Julio Tovar, Pedro González…; y con los nuevos Luis Alemany, Alberto Omar, Juan Cruz… Años cincuenta y sesenta del siglo XX. Historias de periodismo en el periódico La Tarde y en sus páginas de Gaceta Semanal de las Artes. Cultura avispada. Dificultades pasadas que se repiten en distintos collares del XXI. Porque, en el fondo, la vida sigue, más o menos, igual. Y las lecciones del recordado director del vespertino, Víctor Zurita, también perduran: “Mi consejo a los nuevos periodistas: servicio a la verdad, corazón para defenderla y trabajo, mucho trabajo”.
Juan Cruz podría ser el último mohicano de aquella tribu. Continúa en la brega más afanoso que nunca y se reinventa. La innovación es necesaria. En Twitter se llama @cosmejuan: seudónimo digital con el que llega a mucha gente. No es Cristiano ni el papa Francisco ni Lady Gaga, pero sus números son de influencer, influidor según la Fundeu (de La Ranilla al Mundo). Y se atreve con el diario de papel, la radio, la tele, las salas de conferencias y las aulas universitarias. Y aunque no sabe nadar, colea como pez en el agua en la narrativa y en cualquier género periodístico. Es un tresesenta al igual que la revista de Toledano.
En estas, me cuenta en un tuit que retuiteo que Lorenzo Luengo tiene 43 años y se lo ha leído todo. Entro en el enlace y recomienda que leamos uno de sus libros: El dios de nuestro siglo. Y voy y lo compro.