Ilustración: María Luisa Hodgson

Crecimos junto a un Galarza. Era un cachorro de tigre. El cuadro vestía la pared del fondo del dormitorio, en ocasiones, una leonera. Todo quedaba entre púberes felinos sin zarpas. Luego, con los años, otro Galarza (un paisaje) llegó a casa para quedarse. A Juan Galarza Cabrera (dibujante, pintor, caricaturista y prolífico cartelista del carnaval chicharrero) se le quiere. Fácil. Rafael Zurita siempre ha tenido palabras de aprecio hacia su amigo. Y las hebras valiosas pasan de padres a hijos. Y las segundas generaciones se entienden y el afecto ensancha pese a pascuas y ramos. Vidas intensas de periodistas sin tiempo y casta. Creadores y apasionados del azul y blanco y del blanco y negro. De cosas serias, anhelos y servicios. Instantes (tantos) robados a. Sacrificios que no se explican fácilmente y la fidelidad de quienes siguen y de quienes se van, porque nunca se van del todo. Y nacen proyectos informativos y editoriales y deportivos sobre el teclado, hierba y parqué. De la mañana a la noche y de madrugada. Es el opio de periodistas de raza que fueron analógicos y hoy se aclimatan al bit global, proceso que concita resistencias, incluso en el experimentado Juan Galarza Hernández, en la actualidad, jefe de prensa del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Pero el progreso líquido, del que habla su hermano José Miguel, es imparable. Ese mismo, escribe, que genera un mundo de gente mejor comunicada y más sola. Qué paradoja. Cierto. Es la modernidad de Zygmunt Bauman que fluye y se cuela y busca camino. Difícil combatir las humedades. Mejor arremangarse, repintar y reinventarse. Y como los viejos cronistas, artistas y bohemios de la nuit de Pimentel, complace, también, brindar y saborear por el presente y futuro que nos sujeta con agrado. Surge, entonces, por wasap, la invitación a la puesta de largo del Etéreo que recomienda el gastrónomo Francisco Belín. Basta el padrinazgo del experto plumilla para acercarnos, animados, a esta lozana propuesta gastronómica del chef Pedro Nel Restrepo que asoma en la capital tinerfeña. La gustosa calle San Antonio, rica en sazones y yintónics, reúne evocaciones (no revueltas) de aquel covacho de Emilio Calzadilla que sentó efluvios con Chema Vicente. Dios los cría. Territorio proclive a veladas y parlamentos ociosos que dan pie a reconocer el lustre del Anuario de Canarias 2017, recién sacado del horno. Dirigido por José Miguel Galarza y editado por la APT, o sea, la Asociación de la Prensa de Santa Cruz de Tenerife, repasa lo que dejamos atrás con la mirada hacia adelante. Certeros análisis de lo mucho que se hace, deshace y propone. Artículos que confirman la ingente actividad que genera esta pequeña tierra nuestra, incansable. Opiniones que selecciona Juan Manuel Bethencourt, ahora seducido por el pálpito de la televisión en directo, y que enriquecen las vistas de pájaro. Letras pequeñas que se subrayan. Lecturas sosegadas para radiografiar, con más o menos tino, la realidad que apasiona al periodismo, ejercicio profesional que, como sostiene el colega Luis Padilla, requiere elaborar el mejor producto (contenido y continente), además de no obviar el correcto uso del lenguaje, apuntala el profesor Humberto Hernández, ni pasar por alto una adecuada estrategia de social media, pese a que las redes sociales se hayan convertido en un espacio de desinformación, de debate crispado y de fomento de delitos de odio, subraya la consultora de marketing Carmen Perera. Hablamos de un conjunto de sabias acciones que deben ir de la mano de la inexcusable honestidad, virtud en desuso que, por desgracia, no cultivan algunos medios de comunicación y sujetos cómplices de sombrías servidumbres.

Detrás del liderazgo hay equipos y JMG se entiende junto a Juan Ruiz Correa, leal y eficaz motor diésel. Trayectorias y confidencias comunes desde el minuto uno, desde aquel octubre de 1996 que la manta se lio. Poco después se incorporó Juan García Cruz, veterano corresponsal del diario AS y magnífico fotógrafo especializado en inmortalizar instantes de gimnasia rítmica. Aunque ahora dispara en nuevos frentes, siempre tiene un sí cuando la colaboración asoma. Y Sara Simón, claro, la pieza precisa y esencial para que el cuidado engranaje ruede con eficacia e impulse itinerarios. Claves pausadas del éxito que se mide con los haceres y trabajos persistentes, sin estridencias ni fuegos fatuos de artificio.

Entre Las Mercedes y La Laguna los Galarza tienen el campamento base, el refugio, querido, de una familia que mama el ejemplo de sus progenitores. Lienzos, dibujos… y envites recios y serenos de Miguelina forjados en el caserío de Taguluche entre guarapo y bancales al amparo de La Mérica y el rompiente. Arraigos de sementera que recita el poeta de Vallehermoso: “Fue en tu pequeña mano, / en el mar de una mano, / en donde nos nacimos / como un árbol”.

Alientos próximos y apreciados que atestiguan que, pese a la perversa posverdad que ensucia, las buenas historias, esas auténticas que sirven a la sociedad, las cuentan buena gente.

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