Ilustración: María Luisa Hodgson

¡Qué coño (con perdón) le importa a quien vive alejado de la Iglesia (e, incluso, la menosprecia y vilipendia) si un acto es pecado mortal o no! ¿Condiciona, acaso, su proceder? ¿En qué le afecta? ¿Por qué, de repente, preocuparse por la transgresión a los preceptos religiosos? Vivimos en una sociedad plural en donde la libertad de pensamiento y de culto es un derecho. Por fortuna, hay espacio para todes. Que cada cual y su conciencia obre como considere. Entonces, ¿a qué viene la hostilidad hacia el obispo nivariense coherente con el magisterio que predica? ¿Por qué tanta mofa y agresividad? Estamos, sin duda, ante una muestra más de la violencia que se despliega sin pudor en las redes sociales. Nada nuevo bajo el sol. Sí inquieta, en cambio, que algunos medios de comunicación alimenten el circo. No he leído estos días, por ejemplo, ninguna información sobre el concepto del pecado en el Catolicismo, lo que recoge el Catecismo al respecto o declaraciones de especialistas en Teología. Se trata de que los medios se distingan de la vomitera viral y del activismo incendiario desde la calidad y el rigor, no que acaloren la polémica desde la espectacularización de la noticia.

Monseñor, en la entrevista que le realiza el colega Pepe Moreno en el programa BTC de la Televisión Canaria, no juzga al colectivo homosexual ni arremete contra él. Es más, asienta que “las personas son siempre dignas de respeto”. No obstante, la cruzada ha sido implacable. Incluso, el presidente canario, Ángel Víctor Torres, se apuntó a la fiesta. Eso de sentirse pecador (presuntamente) ha revuelto al rebaño. Pese a la crucifixión, Bernardo Álvarez, que, por otra parte, debería mejorar la dialéctica para evitar los charcos, aprovechó que ayer viernes era el Día Internacional del Abrazo para pedir perdón a cuantas almas hubiera podido ofender y causar dolor, de manera especial a las integrantes del movimiento LGTBI. El gesto honra al prelado y le acerca al sentido cristiano de la existencia, por desgracia, en ocasiones, no ejemplar en el seno de la jerarquía católica.

Tiempos crispados, vientos beligerantes (malditos) que no solo se ubican en Ucrania. Es la recurrencia, la insoportable levedad del ser que retrató Kundera y genera conflictos en un escenario terrenal en donde la presencia de Dios ha marcado el desarrollo de la civilización occidental. Lo vemos en el tríptico El jardín de las delicias de El Bosco: el ser humano en el Paraíso, el Infierno y, en medio, inmerso en el vergel de los placeres sexuales, las tentaciones y los pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Estas cosas pasan, dijo Iñaki Urdangarín tras romper su matrimonio con la infanta Cristina. Aunque también puede suceder que se agote la batería del móvil, que se bloquee el ordenador, que pises una caca o se moje la ropa tendida cuando llueve. De todo hay en la viña.

No es El Bosco, pero en la tinerfeña Amelia Pisaca encontramos, de igual forma, la figuración del pintor flamenco, la fragilidad del hombre y la mujer, y sus universos oníricos. Encanto, sensualidad, surrealismo… marcan una vital producción pictórica que vemos, estos días, en el Espacio R de la Recova de Santa Cruz. En la exposición El lugar de la duración me evado. En el arte nos refugiamos, a veces, para marcar distancia y sumergirnos en otros mundos menos cáusticos, agobiantes y exigentes.

Y no es El Bosco ni Amelia Pisaca, pero Hugo Pitti transmite iguales sensaciones. Con la adquisición del codiciado fondo de la Galería Conca, el TEA se lleva numerosos cuadros de la primera época del artista que tan bien muestra al prójimo y sus locuras y contiendas. En casa cuelgo una obra suya con animales sintientes. La vida es una fábula.

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