Ilustración: María Luisa Hodgson

Me hubiera gustado tener seis años y escribir el cuento del caballero y el dragón: “Érase una vez un caballero que siempre estaba luchando con el dragón. Un día una niña dijo: ¡Paren esto. No tiene ningún sentido! Y el caballero dijo: Es que somos enemigos. Y la niña respondió: Pero si son amigos es más fácil. ¡Vale!”.

Tampoco me hubiera importado tener siete años, llamarme Estrella y firmar la historia de la Luna despierta. Esa Luna que juega con Cloe porque no tiene con quién corretear en el colegio. Afortunada Cloe que juega con la Luna. Entonces, las niñas y niños del cole se apuntan al recreo nocturno. También quieren divertirse con la Luna… y con Cloe, que ya no está sola. Y se despide la Luna: “Espero que te vaya bien y si vuelves a estar sola cuenta conmigo”. Afortunada Cloe.

A veces, en el palomar de mi casa tacorontera, siento tocar la Luna. Y la miro. Y me mira. Y, de repente, pasa una estrella fugaz. Y pido un deseo…

Me apunto, además, al cuento que inventa Bruno. Se trata de un cactus que busca una maceta nueva pues la suya se ha quedado pequeña. Pobre cactus. Por eso la planta con espinas inicia un peligroso viaje en busca de la maceta perfecta. En el camino debe atravesar un pasillo de hachas colgantes y un pasadizo de cuchillas. Luego, el cactus se enfrenta con los robots ninja y con el temido Mega Robot Maligno 2000. Por un momento veo a Koji Kabuto y a Mazinger Z enfrentándose a una bestia mecánica del malvado Doctor Infierno. Menos mal que el cactus tiene una caja de dinamita… “Y así el cactus vivió feliz en su nueva maceta”. Por cierto, el intrépido cactus se llama Crazy. Y Bruno, el pequeño gran Bruno, tiene ocho o nueve años.

Y me encanta el país de Bebida Vida, ese en donde el alcalde es el señor Coca-Cola. Su amiga Redbull le acompaña en todas las decisiones difíciles, como qué hacer con el hombre Nestea que hace magia. Y eso, en el país de Bebida Vida, al contrario de lo que sucede en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, no está bien visto. Así que Nestea decide estudiar matemáticas. La hija del alcalde se llama Pepsi. Debe ser, imagino, como Spinelli, la chica de las coletas de La Banda del Patio. Un día el señor Coca-Cola va a buscar a Pepsi a la escuela en su coche de la marca Appletiser y conoce a Fanta, que es muy guapa. ¡Vaya, qué pelo más bonito tienes!, le piropea al alcalde. Pero Fanta tiene prisa y aunque parece que el huevo quiere sal el horno no está para bollos. No obstante, quedan el sábado en la plaza Sin Gas. Y como suele pasar en los cuentos, resulta que tres años después Coca-Cola y Fanta, con el visto bueno de Pepsi, se casaron y fueron felices. Algo así como cuando Rayo Mcqueen se enamoró de Sally en el pueblo de Radiador Springs. ¡Qué bonita la primavera!

Con el permiso de la autora, Fantita Fernández, que tiene diez años, echo en falta en el país de Bebida Vida a Orange Crush. Imposible olvidar las curvas aquellas de la botella. A la abuela de la dibujante María Luisa Hodgson le chiflaba, igualmente, el Orange Crush. Incluso, decía que era mejor que la cerveza. ¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra? Ja, ja, ja… De todas formas, una clara tampoco está mal.

Y más cuentos y mil veces cuento. Y un memorial Luis Miguel Canales que el Colegio Escuelas Pías de la capital tinerfeña organiza desde hace doce años. ¡Qué bonita la primavera y qué bonito perpetuar la memoria del maestro Canales con un concurso de cuentos!

Y fueron felices para siempre en el Quisisana.

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